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La quimera

Drama Todos tenemos una quimera, algo que deseamos hacer, tener, pero que nunca encontramos. Para la banda de 'tombaroli', los ladrones de antiguas tumbas y de yacimientos arqueológicos, la quimera es soñar con dejar de trabajar y hacerse ricos sin esfuerzo. Para Arthur, la quimera se parece a Benjamina, la mujer a la que perdió. Con tal de encontrarla, Arthur se enfrentará a lo invisible, indagará por todas partes, penetrará en la tierra, ... [+]
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
21 de abril de 2024
30 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Quimera simboliza la tentación y los deseos inalcanzables englobados en un mundo donde convergen lo real y lo imaginario. La directora nos introduce en el suburbio de la arqueología, el mercado negro, para concienciarnos sobre el devenir del ser humano a través de un singular y excéntrico grupo de expoliadores, situados en Italia (probablemente La Toscana, donde se asentó la antigua Etruria).

El personaje principal es Arthur, el hilo conductor de la peli, que posee un don ‘sensitivo’ para encontrar hipogeos etruscos y que además en lo personal, tiene una cuenta pendiente con el mundo de los muertos. Al torturado Arthur solamente le interesa encontrar a su amada Benjamina, por lo que su cabeza pasa más tiempo envuelta en recuerdos que anclada en el mundo terrenal.

En su retorno a casa conoce a Italia, que trabaja para la madre de Benjamina, estableciéndose entre ellos un vínculo especial que le ayudará a salir de su ensimismamiento.
El nombre de Italia simboliza una alegoría: es el lamento de una nación ultrajada que no defiende lo sagrado (su pasado arqueológico), pero también personifica la esperanza y el propósito de un nuevo camino bajo la perspectiva femenina, emulando a la sociedad etrusca (más participativa y pública para las mujeres en comparación con las romanas y griegas). He aquí el alegato feminista de la peli.

-Las Etruscas-
Pero por mucho que nos empeñemos en buscar en la época clásica, no hallaremos mujeres autónomas, empoderadas y en una posición paritaria con respecto a los hombres, eso es una conquista de nuestro tiempo. Aunque es cierto que las etruscas llevaban una vida menos clandestina: el ajuar de sus tumbas podía albergar la misma riqueza o más que la del varón, conservaban sus nombres y apellidos (las romanas eran mujeres sin nombre, incluso las patricias, tomándolo de su padre o esposo), el matronímico reconoce la posibilidad de reconocer hijos legítimos solamente con el nombre de la madre (no pasaba en Grecia), las pinturas murales y las esculturas de terracota, las plañideras (en sus ritos fúnebres), representaciones de mujeres con sus hijos (jamás ha aparecido algo así en Grecia) nos reflejan la cotidianidad de las etruscas, aquéllas que se oxigenaban el pelo y se lo cortaban según la moda.

“Estas cosas no están hechas para ojos humanos”, exclama Italia cuando descubre el saqueo de una tumba. Y es que quizá si el deseo del lucro no hiciera perder la honradez del ser humano, podríamos entender mejor que somos transitorios a nuestro tiempo y que el patrimonio debe ser accesible para todos con un límite, mantenerlo.

En definitiva, es una peli interesante que nos habla de los propósitos, lo que nos ata al pasado (la historia), los sueños y la voluntad de entender el pasado para asimilar el presente y concebir un futuro mejor.

(Y el soundtrack también es chachi)
Begoña
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21 de abril de 2024
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante el visionado de “La chimera” asistimos perplejas a un desfile de excéntricos personajes:

La película comienza presentando a Arthur, “el inglés”, que despierta de un sueño en un tren. Lleva puesto un traje de lino tan desgastado como su ánimo, pero lo conservará hasta la última secuencia. Podría haberse hecho con otra ropa, pero lo terrenal dejó de importarle hace tiempo, quizás nunca le importó. Lo lleva como una suerte de uniforme con el que llevar a cabo su misión. Ya en este tren la frontera de lo real y lo irreal comienza a desdibujarse. Interpretado por un increíble Josh O'Connor (que ya me encantó en “The Crown”) es el protagonista de la historia, aun así, no llegaremos a conocerle. Es parte fundamental de una banda rural de “tombaroli” (saqueadores de tumbas) por contar con un inexplicable don, pero no comparte las motivaciones de sus compañeros.

Conocemos también a “la mamma”, Flora, atrincherada en su decadente mansión, agarrada a un pasado que no puede, ni quiere, asumir o soltar. A la espera de algo que no va a llegar, la guarda cariño a Arthur por el vínculo que solo se crea al compartir una pérdida.

En imágenes oníricas, cortas pero sugerentes, atisbamos a Beniamina, y no son necesarios más planos para intuir que se trata de una mujer con un magnetismo especial, una musa.

Luego está Italia, migrante, supuesta alumna de Flora, que hace las veces de criada. Ama la música, pero necesita más un techo para su hija e hijo, y no está en disposición de pelear por una situación más justa. Nada más conocer a Arthur siente por él curiosidad y fascinación. La misma que se siente como espectadora.

Los “tombaroli” no parecen actores, si no personajes reales. Aportan a la película algunas secuencias tragicómicas y otras que parecen documentales costumbristas, rescatadas de una vieja hemeroteca. Arthur busca una conexión con lo sagrado y con “el más allá” y entiende el valor de los objetos recuperados. La banda, en cambio, se toma los saqueos como un trabajo, una forma más de ganar dinero que hace mantener viva su esperanza en tener por fin un auténtico golpe de suerte.

Por último, tenemos a los traficantes de antigüedades, que representan al sistema, a los que se lucran del expolio sin mancharse las manos y perpetúan las injusticias.

Estamos ante una película extraña, de estas en las que llevas una hora de metraje y aun no sabes bien lo que estás viendo. Resulta a ratos excesivamente lenta, pero si tienes paciencia y sabes donde buscar, te ofrecerá algunos tesoros. Entre el realismo y el realismo mágico, está rodada en distintos formatos, con cambios de ritmos, que acompañan muy bien la transición de lo picaresco a lo onírico. Grandes interpretaciones, diseño de producción y trabajo de vestuario. Imposible no mencionar el maravilloso cartel. Acertadísima la música, que alterna el pop de aquel momento, con música clásica y con dos canciones, interpretadas por una especie de juglar, que contienen en sus letras las claves de lo que la película quiere en realidad contarnos
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sildarien
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21 de abril de 2024
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando los cerdos vuelan, hay que refugiarse bajo los cipreses, porque viene lluvia del Norte. ¿A que parece que la frase precedente dice algo?

Prepárense con Quimera para una ducha que empieza helada y termina en la temperatura justa de confort, para las ideas y el arte personalísimo e intransferible de Rohrwacher.

La directora italiana es una artesana del cine experimental. Se ha estudiado a Fellini, De Sicca o Antonioni, pero lo que realmente le gusta es el surrealismo Tarkovskyano. Como ella es muy original también, se ha puesto a copiarlos. Experimenta con los nombres de los personajes buscando parábolas que quedan cojas. Experimenta con verdades alocadas y mentiras acertadas, con sencillas sinestesias. Experimenta con la fotografía, que resulta barroca, de trazo grueso e infantiloide. Experimenta con la música ecléctica y los silencios “dogmáticos”. Nada no visto ya mil veces antes.
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Toda sentencia es susceptible de ser revisada. Todo juicio de valor, de ser repensado y toda crítica de ser reescrita. La esperanza es lo que no se pierde nunca.
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La directora italiana coquetea con temas que resuenan fugazmente primero y profundamente después en el espectador: vida y muerte; pasado, presente y futuro de un ser humano, de Italia, de la Humanidad toda. La Roma que fue y la Etruria que ¿pudo ser? Amor y pérdida. Gloria y luto. Malo conocido y bueno por conocer. Familias que se eligen o que agarrotan. Alas cortadas. Juegos con y sin premio. Amistades errantes y duraderas. El sueño eterno y la quimera de lo que somos o necesitamos ser. También las quimeras que tuvimos donde descansamos placenteramente y desgastan ya los elementos, la memoria frágil… Hasta un hilo de feminismo adulto hay en este arte bien artesonado y construido con gusto y detalle.

Continuamos nuestra estructurada divagación y reconocemos finalmente que las paradojas están finamente buscadas, que la lírica está hábilmente conseguida. Que en la memoria hay olvido, en la fealdad hay belleza, en la ficción verdad, vida en la muerte y que hemos caído en el embrujo de Alice, que como conejo blanco nos invita a su madriguera mágica donde somos aplacados, seducidos e ilusionados.

Una película que es mucho más que la suma de sus referencias. Un apreciable tostón si te metes en el ajo y no te picas demasiado. Razones hay para las dos cosas.

Todas las incoherencias están buscadas por la autora, pero pueden resultar abrumadoras o inconexas si no terminas de entrar en la sugerente tumba abierta por la italiana. A veces las reglas locas del surrealismo arrojan más luz que otras narrativas más convencionales. A veces una buena copia sí resulta tremendamente original. Ese es el experimento que nos regala Alice.

Gracias por tu verdad, por los recuerdos evocados, por los caminos sugeridos, por esta Quimera tuya que hacemos nuestra.
Razumikhin
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21 de abril de 2024
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Arthur, un nada convencional guiri en la Italia en la Italia profunda, regresa a casa tras una temporadita en la cárcel, dónde le esperan una minúscula cabaña, su banda de raterillos buscavidas que le esperan como a un profeta, su “don”, pero también sus fantasmas del pasado y los recuerdos de un amor perdido.

Este zahorí de yacimientos etruscos nos lleva a través del tiempo, desde las antiguas civilizaciones, a la Italia profunda de los años 80, dónde conocemos una serie de personajes estrafalarios que se adaptan como pueden a la Italia vaciada por la industrialización, persiguiendo sus sueños, sus quimeras particulares (muy particulares…).

Alice Rohrwacher nos adentra en un realismo mágico que recuerda a los anti-héroes de la armada Brancaleone de Monicelli, con pinceladas de Kusturica. Una película original y envolvente que no deja indiferente.
LolaTotovich
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21 de abril de 2024
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película muy cuidada. Se nota que se ha hecho con cariño, que Alice Rorwacher tenía una idea clara y que ha disfrutado plasmándola en la pantalla. Prueba irrefutable de que se lo ha pasado bien haciéndola, es el hecho de haber reservado para su hermana el papel más divertido en esta intrincada secuencia de alegorías: la supervillana / traficante de arte expoliado.

Efectivamente, se demuestra con la faceta más realista y menos mágica de la historia reflejada en “La Chimera” que puede robarse algo que no sea “propiedad privada”, y que el daño infringido por el robo sea infinitamente superior al precio de lo robado, que a su vez es incalculable.

Quizá antes de que aconteciera la apisonadora civilizadora romana, además de haber menos machismo, se hablaba de “préstamos de la naturaleza” (como puede haber “adornos de la naturaleza”) en lugar de propiedad privada, cuando se trataba de producciones agrícolas, por ejemplo.

Y es que el gran regalo de la arqueología reside precisamente en poder demostrarnos que otras formas de organización, otros sistemas de creencias, otras sociedades (pudiéndose llegar a calificar de “primitivas”, “ingenuas” e incluso “irracionales” desde nuestro auto apuntalado púlpito del desarrollo, unidireccional e ilimitado), en definitiva, son factibles entre los seres humanos.

Creo que se hubiera enriquecido más el diálogo entre el aspecto religioso o espiritual de la profanación de enterramientos y su aspecto mercantil, con una mayor intervención de la perspectiva científico-histórica, que solamente tiene dos apariciones (estelares, eso sí): cuando se refleja el instante de apertura de una cámara funeraria, y el momento de la decapitación de una estatua etrusca… Puro drama… Cálida ovación para Alice.

“Es una instalación temporal, pero la vida es temporal”. Maravilla de reflexión, gracias Italia.

Por cierto, Josh O’Connor (a quien descubrimos como el Príncipe de Gales en la genial serie The Crown), el actor que interpreta a Arthur, lo borda. Con la primera y la última escena, queda claro que en realidad esta es una historia sobre una persona enamorada de alguien a quien ha perdido, con la compañía argumental de denunciar socialmente a los ladrones de yacimientos arqueológicos.

“(…) lo que siquiera puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y de lo que no se puede hablar, hay que callar.” Ludwig Wittgenstein.
Espinosaurio
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