El gran problema de una cinta como la de Mark Swan es que, desde el primer fotograma, recuerda a aquellas obras de Disney de los 40-50; y no recuerda por los aspectos más destacables, sino por todos los elementos fallidos que tenían esas obras (como las horribles canciones azucaradas). La animación de la cinta es bastante 'Disney', con un estilo marcado y sobrio, pero cayendo en los tópicos estúpidos que han sido salvados a lo largo de las dos últimas décadas: así, tenemos a una mala muy mala clavada a otras villanas como Úrsula (La Sirenita) o Cruella deVil (101 Dálmatas), a una protagonista preciosa (como cualquier princesa de Disney), a un protagonista apuesto, etcétera.

Desde el diseño la película ya carece de imaginación, algo que se extiende a la personalidad de los personajes: todos son ingenuos, no se hacen preguntas, los malos hacen una cosa y los buenos no replican. Lo aceptan todo. Así es imposible simpatizar con alguno. Los secundarios son también clichés con patas, lo que unido a una animación típica, a un diseño también por ese camino, y un guión simplón -el cuento de Andersen no daba para mucho más-, nos encontramos una cinta fallida a todos los niveles. Encima contiene errores estúpidos, como que por ejemplo pasen 18 años en el argumento, y que un bebé sea capaz de crecer mientras sus padres se mantienen con la misma edad. Absurda, tópica, previsible. No ofrece nada nuevo -ni viejo-; mejor obviarla.