Cuando los guionistas de Hollywood desarrollan guiones acerca del fin del mundo, lo habitual es mostrar cómo se comportarían los personajes ante la situación, orientado a cómo se intenta evitar el terrible final. Todos los esfuerzos suelen centrarse en eso y al final suele encontrarse una solución para aplauso final del respetable. Pero esta película se centra en cómo los habitantes de la Tierra se resignan a su suerte e intentar llevar lo mejor posible sus últimos días. Incluso podemos ver cómo se ofrece una plaza de director financiero entre aquellos que aún no ha huido (¡!).

Lejos de ser el típico largo lleno de acción con secuencias que cuestan miles de dólares, “Buscando un amigo para el fin del mundo” se convierte en un viaje sin retorno de dos personas con distintos objetivos (encontrar un viejo amor o reencontrarse con su familia). Por el camino va dejando momentos de complicidad entre la pareja protagonista mientras a su alrededor el orden se desmorona, y así mientras ellos construyen una amistad –y algo más- el mundo como lo conocemos desaparece.

Carell demuestra que no le importa elegir comedia o drama. Él siempre tiene un registro adecuado para la ocasión. Este triste personaje, resignado a su suerte y completamente solo se encuentra la horma de su zapato en su vecina. Knightley interpreta muy bien a esa chica optimista a pesar de las circunstancias, algo alocada pero cabal al fin y al cabo. Ambos forman una pareja extraña pero compenetrada capaz de conectar con el público.

Con algunos momentos cómicos por el camino que sirven para cambiar el ritmo (genial la secuencia en el bar en el que paran, también la parte de Brody), la película tira de repertorio sentimental para narrar este atípico y conformista fin del mundo dejando satisfecho a todo aquel que esté dispuesto a algo romántico. Y a ello podemos sumarle una pareja protagonista que encarna perfectamente a esas personas que encuentran comprensión y apoyo mutuo a pesar de encontrarse al borde del precipicio.