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Uruguay Uruguay · Montevideo
Voto de Atilio:
3
Comedia. Drama AL de Alba y Alfredo, E de Ernesto y LI de Lilián. Las iniciales de todos forman el nombre que cuelga al frente de la casa de playa: ALELÍ. De todos menos de Silvana, que nació́ tarde. Después de la muerte del padre de los Mazzotti, la venta de la casa es inminente. A raíz de un inesperado retraso en la ejecución de la venta, la familia se embarca en un fin de semana de ira desenfrenada, voluntades encontradas, nostalgia no resuelta, ... [+]
20 de noviembre de 2020
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Hacer cine de ficción es muy difícil y caro. En Uruguay más que difícil es una tarea agotadora a prueba de paciencia, de esfuerzos endemoniadamente persistentes y de la aceptación de una lógica casi perversa. Desde el momento en que algún artista se proponga la realización de un filme hasta el comienzo efectivo del rodaje pasarán seguramente muchos años.

La búsqueda de financiación es una tarea titánica. Solicitar apoyo en cualquiera de los fondos públicos de promoción a la industria audiovisual implica competir con decenas y a veces hasta centenas de candidatos que pujan por escasos cupos y que apenas reportan unos miserables dólares.

Por ser tan exigua la suma obtenida en esta primera instancia, apenas alcanza para poner en marcha la escritura de un guión más o menos definitivo. Por lo que después vendrá un peregrinaje a través de todo el mundo recolectando un dinerillo por aquí, algún soporte técnico para una posproducción que se llevará a cabo quién sabe cuándo por allá, y así en una interminable caminata que pondrá a prueba la capacidad de esperar. Y seguir esperando. Aceptando además la imposición de algún artista extranjero en el reparto o en el equipo técnico para que se pueda justificar la co-producción.

Es por eso que cuando por fin alguien llega a la etapa de la realización (siempre y cuando no se haya encontrado con la muerte antes) se empeña en crear la tal obra maestra. Tarkovsky, Bergman o Kurosawa serán los referentes obligados y de ellos provendrán las influencias artísticas. Hay un afán indisimulado de lograr la trascendencia y la aceptación de la crítica profesional, mientras que el público hará lo suyo por su propia cuenta y muchas veces saldrá huyendo en estampida.

Así fue con El Dirigible, 25 Watts, Whisky y tanta otra película que cosechó premios en cuanto festival se presentó. Todas ellas tan fáciles de apreciar como el Lincoln de Spielberg, cuando uno quiere darle batalla al insomnio

Hay, cómo no, algunas excepciones —en mi modesta opinión poquísimas— como La Demora, El Baño del Papa o Viaje Hacia el Mar. Pero en general el cine de ficción que nace por esta tierra o es demasiado hermético y pretencioso, o por el contrario es tan intrascendente, tan vacío de ideas o tan pasatista que algunos hemos optado por no reseñar la filmografía uruguaya para no contribuir a la indiferencia del público.

Por suerte el género documental corre por carriles muchos más interesantes y no debe ser involucrado en este asunto.

He aquí un ejemplo de muy buen elenco, correctos rubros técnicos y diálogos más o menos creíbles. Alelí es eso, y nada más que eso. Porque la idea (si es que alguna existió en la mente de guionistas y directora) daba apenas para un cortometraje de 10 minutos.

He aquí, también, una opinión crítica que me pondrá en contra a varios orientales. Meterse en camisa de once varas y provocar, seguramente, la reacción de opiniones adversas de muchos compatriotas es también un deporte uruguayo.
Atilio
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