Una presentación que muestra el vacío, como un precipicio y las piedras en las que se puede ir pisando para no caer. O mejor aún, una isla, un soporte sólido en el que estar y desde el cual se puede contemplar el paisaje que te muestra. Las piedras, la isla son lo real, lo imaginario son ese mar alrededor, la cída, el paisaje emocional que acaba engullendo todas esas miguitas de pan en las que se inspira el resto.
Te va dando pistas a las que agarrarte y no caer en la locura, sin embargo son éstas las mismas que al final te llevan a lo más profundo de ese abismo. Estás inmerso en la paranoia y desolación. Solo, únicamente rodeado de soledad. Sólo recuerdos ficticios por compañía, alterados para dar calor a un corazón que lucha contracorriente por hacer lo correcto, por ser lo mejor que pueda llegar a ser. La dificultad llega con la mente que puede alterar la realidad, modificándola por ser devastadora. Que recrea otra más confortable, en la que la propia visión de uno mismo encaje mejor en lo que creemos que somos. Un corazón que lucha contra la mente. Que se presenta en esta isla, Shutter Island, en este precipicio donde sólo unas piedras son ciertas aunque su fiabilidad resulte confusa. "Alguien ha desaparecido" y alguien se encuentra consigo mismo. Supera la tristeza. Un hombre violento que no quiere serlo, o un hombre honesto que no puede serlo. Ahí está ese final que nos deja con la duda sobre qué es mejor, si vivir como un hombre bueno, o morir como un monstruo.