Todos tenemos nuestros cadáveres en los armarios, todos los hombres cometen sus pecados y por ellos serán juzgados y condenados, aquí o en el más allá, todos los países han cometido, cometen y cometerán injusticias flagrantes contra sus gobernados, todos tenemos que pedir perdón por nuestros pecados.

Soberbio drama judicial y carcelario el firmado por Jim Sheridan para relatar los hechos verídicos que acreditaron la corrupción de la propia justicia inglesa que mantuvo a cuatro jóvenes inocentes y a la familia de uno de ellos durante quince años en prisión a sabiendas de la inocencia absoluta de todos y cada uno de ellos, justicia que todavía no han reparado en el caso de Giuseppe Conlon, el que da nombre a este extraordinario alegato por la justicia y la libertad, lo que acredita que los países y sus intereses están muy por encima de las personas, y que las injusticias, a todos los niveles, se siguen produciendo porque el sistema no sólo no es infalible, sino porque está corrompido, y hablo tanto del sistema inglés como al español que hoy tenemos en primera página con las corruptelas interminables de los políticos españoles juzgados por todo el territorio nacional, con especial incidencia en los que ostentan las siglas del PP y que todavía siguen en funciones aunque varios ministros, creo que cinco, han salido de ese gobierno salpicados por la corrupción de ellos mismos o de su propio entramado partidista, como el que fuera ministro de Justicia, Sr. Gallardón.

Resaltar el magnífico trabajo de Pete Postlethwaite y Daniel Day-Lewis, que ya trabajaron juntos en otra epopeya como fue "El último mohicano" a las órdenes de Mann, y sobre todo la coherencia y la brillantez en la dirección de Jim Sheridan bajo los acordes de un reivindicativo Bono.

Matrícula de honor, un 10.