Es la segunda vez que veo esta serie. No porque sea una obra maestra. Tampoco por la nostalgia de haber crecido con ella o porque crea que Neil Patrick Harris es un genio. La he vuelto a ver única y exclusivamente porque me aporta algo que otras series no me aportan: alegría de vivir. Aviso que lo que vais a leer es puramente subjetivo, sino os habíais dado cuenta ya.

¿Quien no ha querido quedar cada tarde con sus amigos en el bar de siempre a contarse las batallitas y los problemas de su vida? ¿Quien no conoce a una Robin, una Lilly, un Marshall, un Barney o incluso un Ted? Salvando las distancias y entendiendo que es una sitcom: la personalidad de cada uno es una caricatura de la realidad.

No seremos unos jóvenes con dinero viviendo una vida de locos y de aventuras legendarias cada semana en "la ciudad que nunca duerme" (ni nos lo podriamos permitir). Pero cómo le sucede a Ted durante 9 temporadas, queremos ser valientes y llenarnos de esperanza para disfrutar de la vida, del amor y sobretodo, de la amistad ¡¡NO HAY MAÑANA!!

Para ellos, como en la vida real, no todo es un camino de rosas. Seamos realistas, odiamos los lunes y a las tazas de Mr.Wonderful también. Al igual que nosotros, estos personajes tan carismáticos y con los que tanto nos encariñamos sufren, lloran, ríen, discuten, se emocionan, fracasan y si les pinchas, sangran. Eso es lo que los hace tan "de verdad".

Después de seguirles durante tantos años, cuando te despides, sabes que los vas a extrañar porque te han ayudado a creer en algo más. En palabras de Ted: "A veces el camino fue largo y tortuoso, pero me alegro de que fuera largo y tortuoso porque, sino hubiera pasado un calvario para llegar a este momento, no hubiera aprendido la lección". Que cada un@ saque la suya propia.

La serie, al igual que el camino del que habla Ted, tiene altibajos. Incluso, se llega a sentir también algo "larga y tortuosa". Un poco confusa además en las últimas temporadas. Pero claro, después de tanto tiempo cuesta despedirse. No puedes hacerlo sin saber que sucede al final. Y a mi entender, no decepciona. Porque a algunos nos da igual que el final sea feliz o no, solo queremos que el trayecto haya valido la pena. Y lo vale.

Y dicho esto... ¿Qué? ¿Quedamos en el McLarens?