No cabe duda de que es un melodramón un tanto envejecido que hace derramar lágrimas a jóvenes idealistas que no conocen lo que es la vida, nuestros sacrificios, nuestras caídas, nuestras incomprensiones y sufrimientos.
Lo mejor, sin duda, es la partitura, que no ha envejecido ni un ápice y que merecidamente ganó el Oscar. Ojo con la presencia de un joven Tommy Lee Jones cuando empezaba su carrera interpretando a uno de los amigos universitarios de Oliver.
Personalmente no me hizo llorar, pues para eso están mejores películas con mensajes más realistas y humanos y no con frases de lo más inmaduras y que delatan el escaso conocimiento de lo que es la vida, como "amor es no tener que decir nunca lo siento".