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Vietnam Vietnam · Sigo estando en Saigon
Voto de El dependiente:
9
Comedia. Romance. Fantástico Un escritor norteamericano algo bohemio (Owen Wilson) llega con su prometida Inez (Rachel McAdams) y los padres de ésta a París. Mientras vaga por las calles soñando con los felices años 20, cae bajo una especie de hechizo que hace que, a medianoche, en algún lugar del barrio Latino, se vea transportado a otro universo donde va a conocer a personajes que jamás imaginaría iba a conocer... (FILMAFFINITY)
15 de mayo de 2011
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de ver la película y, si bien es mejor dejar pasar un par de días para hacer una crítica algo más objetiva, sé que, aunque deje pasar mil años, mi opinión seguirá siendo la misma.

Con una evocadora melodía, el genio de Brooklyn hace que nos envuelvan las calles de París, y casi podemos captar el olor de los libros viejos, las farolas decimonónicas y los impolutos suelos empedrados. Entonces todo lo demás no importa. Te da lo mismo que el cine esté lleno de gente que no va a ver "Medianoche en París", sino LA ÚLTIMA PELÍCULA DE WOODY ALLEN, gente cuya idea del humor es esbozar una sutil sonrisa irónica. Pero yo he reído a carcajadas. Es más, he contemplado toda la película con un gesto de gilipollas risueño, maravillándome con ideas tan estrambóticas como la de Zelda Fitzgerald tomándose un Valium.

Pero lo más fantástico de todo (más aún que la propia trama, cimentada sobre un guión digno de exposición) ha sido poder contemplar en el protagonista (un Owen Wilson que incluso logra parecerse a Woody Allen) a alguien ridículamente similar a mí, teniendo en cuenta las innumerables diferencias que hay entre nosotros. Es una identificación que va más allá de lo que me habría encantado mantener una charla con el franco y directo Ernest Hemingway, o presenciar las idas de olla de Dalí y sus amigos.

"Medianoche en París" es una impecable epifanía que nos incita a aprovechar las oportunidades que nos da la vida, a no buscar en el pasado una vía de escape para nuestras frustraciones. Es desmitificadora, entrañable, hermosa y vivaz, como presenciar durante casi dos horas una gran sonrisa de dientes blancos y rectos, una de esas sonrisas que inspiran tu propia alegría.
El dependiente
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