Resulta que los sufridos animales están hasta las pelotas de que les quemen el bosque, les talen los árboles y les atropellen con veloces y potentes vehículos, así que han decidido pasar a la acción y empezar a putear a todo vendedor inmobiliario de tres al cuarto que pulule por la zona.

Y aquí llega Condemor, digo... Brendan Fraser, y su esposa... Brooke Shields. El primero piensa que la urbanización que pretende vender para la empresa en la que trabaja no dañará el Medio Ambiente y la segunda es una mujer de ciudad interesada en regresar cuanto antes a Chicago, pero a la vez preocupada por la vida animal, ambos tienen a un pipiolo quinceañero que, como es normal, piensa que el mundo gira entorno a él y solo quiere largarse de allí. El caso es que, por motivos laborales deben quedarse por la zona más tiempo del previsto lo cual será ideal para que nuestro ¿amigo? Fraser conozca a los auténticos habitantes del lugar, quienes se han enterado de las verdaderas intenciones de la empresa y han urdido un plan (por llamarlo de alguna manera) de acoso y derribo contra nuestro ¿querido? protagonista. A todo esto los animales escuchan y hablan entre ellos perfectamente porque... porque sí.

En fin, golpes, caídas, gracietas y rollo ecologista; vamos, LO DE SIEMPRE, pero con un tono más soso si cabe.

Lo 'mejor' de la peli, Frank, el encargado de la obra, y volver a ver de nuevo en pantalla grande a Brooke Shields, aunque mucho me temo que gracias a esto no podremos hablar de una resurrección cinematográfica de la actriz. Por otro lado, tú sigue así Fraser, que así vas bien...