Locuras en el bosque

Lo primero es eso, que no pega ni con cola. Los animalitos, que hablan entre ellos, nos ponen bocadillos (como los de los cómics) para indicarnos lo que quieren decir pensando que somos tontos. Penoso. Y si es para niños pequeños que no pongan imágenes de la segunda guerra mundial. Los animales (Los que no son de verdad) están muy mal hechos, se nota que son marionetas o digital 100%. Y para colmo cuando hablan parece que bostezan. Por lo menos en Dr. Dolittle se lo curraban un poco más.

La película en sí es para pasar el rato con alguna sonrisa, ya que no aporta nada nuevo, pues el mensaje ecológico es el mismo de siempre: Malo quiere destruir bosque para hacer fortuna y grupito bueno le planta cara porque lo que hace está mal.

Un conjunto de tortazos, chistes fáciles, caídas, las caras del chino y un Brendan Fraser en chándal de mujer que consiguen hacerte reír un poco (así le pongo un 3,5) y nada más.

La película por desgracia, mengua artísticamente conforme avanzan los minutos, y es que aunque el principio es de una calidad interesante y de gusto grato, con el pasar de cada fotograma se va convirtiendo en algo flojo, áspero y de un gusto pésimo. En ello ayuda mucho ver a un indiferente esforzado, decadente y desfigurado Fraser, junto a una rejuvenecida apática Shields, sin olvidarnos de que el guión no ayuda mucho, porque su sencillez es tan simple, que lo hace aburrido hasta en lo gracioso.

Otro cantar son los niños, a ellos si les gustará más, tanto por el mensaje que transmite el film, como es de "Salvar la Naturaleza" junto a la posibilidad de ver a un mapache bastante arisco y "molón", que por cierto, es lo mejor de la película.

Insultantemente estúpida, un atraco en sentido físico, monetario y neuronal, una película pre-infantil, todo un horror, pestilente cual mofeta, ecológicamente absurda, tristemente patética, espantosamente poco divertida e insulto a la inteligencia de cualquier niño de cinco años.

“En pata de guerra” es una de las mayores abominaciones que se hicieron en el 2010 y está condenada a figurar entre las cumbres de la atrocidad cinematográfica de esta década.

¿El argumento?

Un mapache y sus amigos psicópatas-maniacos-trolls asedian a un supervisor inmobiliario que va a construir una urbanización en lo que es una reserva natural.

Los bichos le trollean y desparecen.

Su familia cree que está loco.

Los bichos le trollean y desparecen.

Sus subordinados de trabajo piensan que es 'maricón'.

Los bichos le trollean y desparecen.

Su jefe corporativo piensa que te tiene un culito prieto

Los bichos le trollean y desparecen.

Y así, todo el rato, hasta que alguien al otro lado de la pantalla aprieta el gatillo.

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El público piensa seriamente en armarse con lanzallamas y napalm y arrasar con la zona en benefició del bien supremo y en defensa propia.

Además, Brendan Fraser está feo, gordo y mayor. Normal que ya no encuentre trabajo el pobre… Entre el homenaje a “Braveheart” peor y más cutre visto en la historia del cine y agradeciendo que al menos los animales no hablan con los humanos, “En pata de guerra” es simplemente un bodrio que declara la guerra al cerebro y la inteligencia de sus espectadores.

La coreografía final con los chándales chonis rosas y Fraser con la tripa fuera debería haber sido censurada por obscena.

Resulta que los sufridos animales están hasta las pelotas de que les quemen el bosque, les talen los árboles y les atropellen con veloces y potentes vehículos, así que han decidido pasar a la acción y empezar a putear a todo vendedor inmobiliario de tres al cuarto que pulule por la zona.

Y aquí llega Condemor, digo... Brendan Fraser, y su esposa... Brooke Shields. El primero piensa que la urbanización que pretende vender para la empresa en la que trabaja no dañará el Medio Ambiente y la segunda es una mujer de ciudad interesada en regresar cuanto antes a Chicago, pero a la vez preocupada por la vida animal, ambos tienen a un pipiolo quinceañero que, como es normal, piensa que el mundo gira entorno a él y solo quiere largarse de allí. El caso es que, por motivos laborales deben quedarse por la zona más tiempo del previsto lo cual será ideal para que nuestro ¿amigo? Fraser conozca a los auténticos habitantes del lugar, quienes se han enterado de las verdaderas intenciones de la empresa y han urdido un plan (por llamarlo de alguna manera) de acoso y derribo contra nuestro ¿querido? protagonista. A todo esto los animales escuchan y hablan entre ellos perfectamente porque... porque sí.

En fin, golpes, caídas, gracietas y rollo ecologista; vamos, LO DE SIEMPRE, pero con un tono más soso si cabe.

Lo 'mejor' de la peli, Frank, el encargado de la obra, y volver a ver de nuevo en pantalla grande a Brooke Shields, aunque mucho me temo que gracias a esto no podremos hablar de una resurrección cinematográfica de la actriz. Por otro lado, tú sigue así Fraser, que así vas bien...

Los animales parlanchines atacan de nuevo para defender su bosque, mediante discutibles tácticas de ecoterrorismo, de las ansias urbanizadoras de un señor con cara de Brendan Fraser, voz de Bredan Fraser, tics de Brendan Frase y cuerpo de John Goodman. El ochenta por ciento de la gracia pretende estar en las tácticas defensivas de los animales (el infalible bombardeo de cagarrutas, la inefable cornada en el trasero, el siempre eficaz cuesco de mofeta y el clásico meneo de oso mientras estás en un WC portátil), otro diez por ciento está en Ken Jeong (uno de los pocos cómicos con talento para el humor facial y gestual) y el diez por ciento final se supone que está en el tío que se ha comido a Brendan Fraser. Con esas credenciales, casi todas escatológicas, “En pata de guerra” es una película trasnochada sin gracia más allá de la edad de 3 años… si el niño no es demasiado exigente.

Muy blandita y absolutamente plana. No encontrarás risas ni efectos especiales por mucho que busques (los animales dicharacheros no son más que tristes peluches y marionetas y algún pobre oso con una pinta de maltratado que dan ganas de denunciar). Solo sirve como trampolín para que Ken Jeong salte a alguna comedia a su altura, para que Brooke Shields haga currículum, para echar una siesta (hay quien no puede dormir si no hay ruido de fondo en la tele) y para que Brendan Fraser deje las Whopper por un tiempo, salga a correr un poco y recapacite hacia donde quiere encaminar su carrera... por suerte para él, esto no es un borrón en su trayectoria porque no la habremos visto más de diez incautos.

Os la podéis ahorrar. Yo no dejo de pensar que me la podría haber ahorrado. A veces me atormentan las caras de los pobres animales forzados a hacer cosas que no quieren... una especie de bosque de Ángel Cristo.