No es la historia de un caso, es la historia de unos personajes. La simbiosis de las personalidades poliédricas y paradójicas es inversamente proporcional a la igualdad de sus intenciones. El éxito de esta serie radica en tres pilares, más antiguos que la televisión: guión, personajes e imagen, siempre con las ganas de contar algo. El guión bebe de lo clásico, con reminiscencias de Lynch, vemos que los flasbacks van completando la realidad el espectador, manteniendo la tensión y el desasosiego, sabiendo que la verdad no se despejará en el pasado, pero todo aderezado con unos diálogos difíciles, de esos que la televisión actual carece, hasta adolece por ellos. Densos, con soliloquios, y monólogos que cubren la oscuridad de las palabras, ensombrecen a la par que clarifican la trama, la llenan de oscura intencionalidad. Los personajes, recreados bajo la antítesis de la perfección, cambiantes, regios e imperfectos, de esos que no pueden más que sorprender, van subyugando su devenir a la trama, van creando su ostracismo hasta la imperfección de sus vidas.No ligan su vida a lo creíble ni a lo posible, sino a su trascendencia. Por último remarcar la imagen, cuidada, cinematográfica, con planos secuencias y movimientos dignos de la pantalla más grande, y no de tamaño.