Amable en su tratamiento no deja de conmover esta historia compacta de los derechos, con frases algo grandilocuentes, no se sume en la compasión fácil, sino que el guión, lleno de pequeñas ironías y contrapuntos, busca un punto de vista exterior, el de la mayoría de la gente, que puede dejar entrever delante de los ojos del espectador toda la historia de los EE.UU.
La amplia gama de personajes no hace sombra a sus dos protagonistas, una Oprah sublime ayuda a aupar a un Forest correcto, con el que se empatiza fácilmente aunque no del todo asentado.
Una fotografía cálida, busca la imagen real para dar sensación al espectador de que lo que ve es lo que pasa, al estilo de Forrest pero sin los excesos cómicos, tirando de las finas ironías para relajar la tensión, una tensión que aunque no se despliega, está latente.
La sensación es de optimismo, gracias a un guión que dosifica, que se aleja de la emotividad fácil, crea las sensaciones pero no las hace explotar con el drama como cabecera, sino que pasa de puntillas, plantando en el espectador la semilla de la empatía. Se agradece no caer en el abismo de la lágrima fácil.