Un guión articulado a la vieja usanza, con las tramas engarzadas entre los vaivenes de las historias, giros dramáticos, abruptos cambios, sobresaltos argumentativos y todo aderezado con personajes con historia, evolución e interpretación. La base son los actores, bien elegidos, hechos casi a medida y amargamente crueles. Historias que se engarzan como una trenza múltiple, los planos narrativos fluyen a distintos niveles pero con una única dirección. Pitagóricamente se cierra el círculo, presente, pasado y futuro al mismo nivel. El peso argumentativo va recayendo a distintos niveles entre varios actores, que lo van cediendo, haciendo más llevadera la historia. Lange se luce, desgarradores planos que empatizan, a pesar del personaje. Quinto y Paulson sorprenden, su carga emocional nos seduce. Un sinfín de personajes que nos hacen interiorizar el drama sintiéndolo en nuestra piel. La fotografía juega con el espectador, la dicotomía de luces y sombras, lo escondido y lo insinuado junto a los escenarios artísticamente diseñados crean la atmósfera, cruel y necesaria. Un conglomerado verista, sádico y oníricamente real.