Visual y esplendorosa llega cada escena a nuestros ojos, colocando a sus personajes como muñecos en un tablero de juego, que el director mueve teatralmente sin que la acción se resienta. Unos personajes llenos de carisma, tanto por sus interpretaciones como por sus realidades, que se muestran crudas y sin cortapisas. Una fotografía espléndida que engancha el ojo del espectador sin que logremos separarlo de la pantalla. Una ambientación cálida dentro de la gélida trama, con un guion cauto, manso y tranquilo sin que el sobresalto desestructure la imagen, sin que desentone del conjunto, sibilino y sinuoso. Dirigida con encanto los diálogos creativos y chisposos dan ese toque que el personaje buscaba, aunque no lo llena, lo describe. Un canto a la búsqueda del porqué intentando ganar matices en esa escala de grises.