Entraba yo muy de lleno en la pubertad y ya me habían contado de las luchas de dinosaurios animados (Ray Harryhausen ) muy espectaculares y los prehistóricos que se lanzaban con poco éxito a por esos bicharracos; y las peleas entre trogloditas de diferentes tribus, vaya que según decían era una peli espectacular y trepidante.

La cosa pintaba interesante.

Pero al director Don Chaffey (que luego pasó mayormente a hacer series de TV) y la productora Hammers Films, lo mejor que se les ocurrió fue fichar a Raquel Welch, una Welch con un bikini de la prehistoria, en su doble sentido. Hecho con piel de algún animal y que hoy, el tal bikini, resultaría incluso antiguo.

Pero para mí y para mis amigos aquello era la bomba. Había que camelar al portero como fuera para que nos dejara entrar. Le hablamos del cole, que estábamos estudiando el mundo prehistórico y qué sé yo cuántos rollos más. Y de milagro, no sin una sonrisita malévola, nos dejó entrar.

El resto es historia de las buenas. Y vaya tipazo el de Loana, digo Raquel, digo Welch, pero ¡qué mujer tan potente! Ni volcán –que había uno terrible-, ni tortuga gigante, ni ná de ná, todo era Raquel saliendo del agua o caminando por la playa zarandeando caderas. El pobre John Richardson quedaba de figurante poco menos.

Y nosotros más felices que unas Pascuas y con la libido dando brincos.