Algunos la tildan de evidente. Será que no vieron “El ilusionista”. Salvando la distancia inconmensurable entre el cine “espejitos de colores sobre tela blanca” y el verdadero cine, creo que son más que injustos los motes precedentes. Que el estigma atómico lo tienen grabado a fuego los hijos del Imperio del Sol Naciente, nadie lo duda ya. Otros pueden alegar que la cinta cae en moralejas ecológicas o quizá hasta en algún entramado de pensamiento “new age” como podría insinuarse en la Aldea de los molinos de agua. Nada más alejado de lo que en realidad pretendió don Akira. Me parece que sencillamente intentó mostrarnos algo del Paraíso y algo del Infierno que cada uno de nosotros fantasea en el alma. Estéticamente impecable, la película transita por la delicada espesura de la naturaleza humana. Miedos, búsquedas, esperanzas, miserias, complejos, culpas, alegrías, vida, muerte. Esperanzas, pero sin la candidez de “Cándido”. Sin golpes de efectos, aunque debo admitir que “El túnel” cala profundo. Sintetizando, “Los sueños” de Akira Kurosawa, para mirarla una y otra vez, un poco despiertos y otro poco dormidos, quizá para lograr lo que logró el estudiante de arte, introducirnos en los misteriosos vericuetos de la Belleza Absoluta.