La película se transforma por completo en su segunda mitad. Adquiere un ritmo más frenético, pero también impreciso, como un tren que puede descarrilar en cualquier momento. El de Emma Suárez es el único personaje con el que empatizo, la película nos pretende vender a las dos hijas como víctimas en varias ocasiones, pero yo no lo veo así. El poco entusiasmo con el que trataban a su agradable madre, la típica persona que sabe hacer de todo, cuya compañía es agradable y es independiente puede servir como justificación a que llegase un momento en el que está simplemente se limitase a coger de la vida lo que quisiese y vivir de la manera que le dé la gana. Como si las hijas fueran menos hedonistas. Si asumimos que por naturaleza o por aprendizaje somos lobos, no veo moral criticar o sentir envidia por el ejemplar que más triunfa, que es a lo que parece invitar esta película. A nivel personal no me encaja del todo ese encaprichamiento de Suárez por el noviete de su hija (es todo lo contrario a ella, demasiado inexperto, inseguro, soso y joven, casi el seco padre de este da la apariencia de ser un partenaire más adecuado para esa mujer) pero la manera de la que fortuitamente se deshace de él equilibra la balanza a favor de algo más teóricamente sensato, y es que fuese una simple atracción pasajera de la voluptuosa Suárez. De hecho hay que ver cómo lo trataba, sin duda la resultaba cómodo tenerle a su lado. Por mucho que quisiera formar una familia nueva, cumplir esa ilusión y tener esa sensación de lograda felicidad que no alcanzó con la actual (motivo de más por el que empatizar con ella, yo soy de los que piensan que el fin justifica los medios).