Anticipo que no me gusta el cine de Kurosawa por dos razones fundamentales: su lentitud y su aburrimiento. Dicho esto he de añadir que "Un domingo maravilloso" me ha sorprendido favorablemente. Kurosawa, en su línea, alterna una excelente ambientación y puesta en escena (excelsa la fotografía) y una dirección magistral, con un desarrollo de la historia lentísimo que nos hace bostezar y unos personajes que multiplican por seis cada gesto cotidiano de medio segundo. Empero, ha venido bien no irme a dormir porque el final es maravilloso. Todo. Hay absoluta perfección cinematográfica. Desde la entrada al auditorio me he quedado con la boca abierta por lo que he visto: planos bellísimos, interpretaciones memorables (¡menuda pareja protagonista!), mágica atmósfera de sueños creada por un director de cine que se hace mago y que necesita menos que una chistera y un conejo. Con una pared le basta. ¿Y con un banco?... En la soledad de la estación los enamorados lloran de felicidad y enseñan al público lo que es el amor.
Si no fuera porque la primera y más importante regla del cine es "no aburrir"...