Da cuenta de mil días de combate en Irak divididos en cuatro viajes. Se centra en un francotirador, Chris Kyle, al que se le atribuyen 160 muertes, que tras cada misión va transformándose en otra persona. Cuando era niño su padre lo llevaba a cazar y le enseñó que los hombres se dividen en ovejas, lobos y perros pastores.

El esquema de la historia es similar al mito de Ulises: el héroe sobrevive al infierno y retorna al hogar, librando una lucha interna que lo distingue como soldado. Su máxima es no dejar a ningún hombre atrás, incluso a los veteranos lisiados a los que ayuda en prácticas de tiro. “Tenemos que cuidarnos los unos a los otros”, les dice, y paulatinamente recupera el centro y su familia. Cada uno de los viajes a Irak servían para cumplir órdenes específicas, la más importante, dar muerte al tirador del enemigo, un tal Mustafá al que impacta a más de una milla de distancia para luego librar una batalla entre decenas de enemigos que se cuelan hasta la azotea donde quedan atrapados.

Chris Kyle fue asesinado por un veterano a quien intentaba ayudar; tenía 39 años de edad. Su despedida congrega a cientos de personas en las calles enarbolando banderas en un día lluvioso, particularmente triste para Estados Unidos. Se intercalan fotos de su funeral y un homenaje en el Cowboys Stadium, con un ataúd colmado de insignias de sus compañeros de armas. El discurso patriota de la película va cargándose de emoción hacia el final, logrando que el espectador participe del valor y entereza de Chris Kyle.