Los últimos quince o veinte minutos son muy buenos. Desde que Malek monta en el coche del maloso es una alegría audiovisual pequeña. Y el detalle final es al espectador un delicado regalo, no acaba de la forma tan convencional que aparentaba; le manda el prendedor de pelo rojo y así se demuestra que el asesino es el muerto, el que se pudre en el hoyo, en medio de la nada, ya puede descansar tranquilo, sus hijas, todas las jóvenes, ya no corren peligro, puede volver al trabajo, a seguir desfaciendo entuertos, y... no, era un engaño apaño, lo había comprado el otro, el compañero, quiso remendar el entuerto, arreglar el desaguisado, que no pasara por el infierno en el que él todavía andaba, de hoz y coz, metido, pudo no ser Leto tal vez por lo tanto, otro cualquiera, quién sabe, puede que ande todavía suelto y que vuelva a las andadas en cualquier momento, más pronto que tarde al tajo.
También, ya puestos, quizás pueda tener algo que ver también con True Detective, no por el contexto, claramente diferente, pero sí tal vez por la oscuridad y el mimo con el que está narrado el cuento. Esta comparación, yo confieso, es un poco forzada, nadie es perfecto, lo desmiento.
El principio también es muy bueno. Y el juego del ratón y el gato entre Denzel y Leto con los coches al viento, mírame que no te veo.
No tanto los dimes y diretes de la comisaría y, sobre todo, los flashbacks en general innecesarios por repetitivos, no aportan nada, o hasta un poco lamentables, aunque sí sirvan para dar a entender lo mismo, que esas investigaciones están llenas de errores, no son ángeles, más bien unos chapuzas en muchas ocasiones, manazas, como todos.
Otro detalle bueno es que la mujer no sea la típica quejosa que da la murga con las ausencias del maridito, nos libramos por una vez, milagro, de ese lastimoso tópico.
Denzel no debería morir nunca, para qué. Dios debería protegerle para que hiciera una peli al año, de este jaez o rango, con de calidad su sello, hasta el fin de los tiempos, eso, por lo menos, nos lo deben. Mira que soy egoísta.
En esta ocasión con un palazo basta para matar a un hombre, en otras, en la mayoría, los protagonistas o los antihéroes reciben millones de palazos similares y ni una tirita, nada, cuestión de perspectivas.