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Voto de Ferdydurke:
1
7,2
2.184
Cine negro. Drama
Un prestigioso abogado liberal, surgido de los barrios bajos y la pobreza, asume la defensa de un joven delincuente acusado de asesinar a un policía. (FILMAFFINITY)
4 de enero de 2023
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Introibo ad altare Dei.
La película utiliza los mismo trucos rastreros mostrencos folletinescos, infantiles o ridículos que el fiscal (hay que ver cómo se toca la cicatriz, qué malo y pervertido es) para llegar al mismo hecho, remate o lugar, no hay otra, dios los cría y ellos se juntan o van de putas.
Este es un ejemplo palmario de cine machacona increíblemente tramposo, pueril, tosco o burdo, manipulado hasta el delirio, simplón, esquemático, grotesco por obvio.
Es la máxima expresión del odio a la sutileza, la ambigüedad o la complejidad de la vida, tiene una tesis, con sus claras causas y evidentes consecuencias, y todo lo utiliza para llegar a ella, caiga quien caiga, de la manera más bruta y directa.
La película utiliza los mismo trucos rastreros mostrencos folletinescos, infantiles o ridículos que el fiscal (hay que ver cómo se toca la cicatriz, qué malo y pervertido es) para llegar al mismo hecho, remate o lugar, no hay otra, dios los cría y ellos se juntan o van de putas.
Este es un ejemplo palmario de cine machacona increíblemente tramposo, pueril, tosco o burdo, manipulado hasta el delirio, simplón, esquemático, grotesco por obvio.
Es la máxima expresión del odio a la sutileza, la ambigüedad o la complejidad de la vida, tiene una tesis, con sus claras causas y evidentes consecuencias, y todo lo utiliza para llegar a ella, caiga quien caiga, de la manera más bruta y directa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El juicio está lleno de detalles lamentables por estrepitosos y es en sí mismo una gran fantasmada o triste farsa que en el último segundo se cae por la borda del modo más morrocotudo o cuchufltero, que sí, que vale, que me rindo, ya basta, pesado, cansino, me has desarmado derramado o ganado como Gila, a fuerza de indirectas, alguien ha matado a alguien, ese método pánico crítico paranoico pavoroso infalible, que fui yo, que me iba a librar seguro, pero no, mejor no, al muere, venga, matadme, cabrones.
Y si ya eso era un espectáculo fullero terriblemente difícil de tragar tal cual, el discurso final es o supone el definitivo y total acabose, gran descabello, imposible caer más bajo, lo que nos faltaba, un sermón de la montaña en el que se nos vuelve a contar lo mismo otra vez, no sé si por decimosexta o enésima vez, y en el que, por si algún idiota no lo había pillado todavía, se vuelve a expresar la tesis, a bombo y platillo, una vez más, de forma tan aplastante como estúpida o demagógica.
Porque vamos a ver, si decimos que todos son o somos culpables, en realidad a nadie se acusa, se diluye la culpa, pura retórica vacía, todos se sienten atañidos, y por lo tanto ninguno, de la manera más cómoda e indolora, que nada toca o mueve, la que permite que cada uno siga a lo suyo tan tranquilo, haciendo exactamente lo mismo que un minuto antes, pero ahora además con la conciencia tranquila tras haberse rasgado las vestiduras y haberse dado unos cuantos golpes de pecho muy sonoros, y, supuestamente, se pretende o pretendía justo lo contrario, cambiar las cosas, el mundo, mejorarlo, erradicar el problema, y para ello la idea tendría que ser más bien muy otra, es decir, nadie tiene la culpa en igual grado, hay muchos tipos de responsabilidad diferente en cada acto, de hecho, hay mucha gente, la mayoría, que no tiene culpa ninguna de esto, habría, por tanto, que hablar mucho menos en general y más en particular, nombrar al personal, a los realmente responsables de verdad (yo acuso, con nombres y apellidos), claro, pero eso no se puede o no debe hacer que nos la jugamos, mejor juegos florales, discursos infantiles y brindis al sol o soflamas vacuas que ir a por los que realmente deciden/alteran/condicionan la vida de los demás con los sueldos, los trabajos, las casas, las leyes, los impuestos y demás hechos clave, sí, los que tienen toda la pasta y el poder, no el tendero de la esquina o la ama de casa de turno y, por otro lado, en cualquier sociedad, hasta la más justa, siempre habrá crimen y maldad y esta no siempre obedecerá a injusticia social, ni mucho menos, podría haber, y los hay, de hecho, muchos otros motivos, por lo que habrá, además, que mirar caso por caso con sus características especiales para así extraer verdaderas o valiosas conclusiones pequeñas y no quedarse o conformarse con estas vaguedades o generalidades rimbombantes subnormales, aunque es cierto que ese, la pobreza o miseria, es uno de los factores más decisivos o que más influyen.
Por todo ello, esa filípica es tan mentirosa y fullera como el resto de la película, un alarde para nada de pura hipocresía y caradura y de espantoso aparatoso populismo inofensivo narcótico.
Vamos, que un desastre de tres pares de cojones.
Teresa Wright y Sal Mineo parecieron.
Y si ya eso era un espectáculo fullero terriblemente difícil de tragar tal cual, el discurso final es o supone el definitivo y total acabose, gran descabello, imposible caer más bajo, lo que nos faltaba, un sermón de la montaña en el que se nos vuelve a contar lo mismo otra vez, no sé si por decimosexta o enésima vez, y en el que, por si algún idiota no lo había pillado todavía, se vuelve a expresar la tesis, a bombo y platillo, una vez más, de forma tan aplastante como estúpida o demagógica.
Porque vamos a ver, si decimos que todos son o somos culpables, en realidad a nadie se acusa, se diluye la culpa, pura retórica vacía, todos se sienten atañidos, y por lo tanto ninguno, de la manera más cómoda e indolora, que nada toca o mueve, la que permite que cada uno siga a lo suyo tan tranquilo, haciendo exactamente lo mismo que un minuto antes, pero ahora además con la conciencia tranquila tras haberse rasgado las vestiduras y haberse dado unos cuantos golpes de pecho muy sonoros, y, supuestamente, se pretende o pretendía justo lo contrario, cambiar las cosas, el mundo, mejorarlo, erradicar el problema, y para ello la idea tendría que ser más bien muy otra, es decir, nadie tiene la culpa en igual grado, hay muchos tipos de responsabilidad diferente en cada acto, de hecho, hay mucha gente, la mayoría, que no tiene culpa ninguna de esto, habría, por tanto, que hablar mucho menos en general y más en particular, nombrar al personal, a los realmente responsables de verdad (yo acuso, con nombres y apellidos), claro, pero eso no se puede o no debe hacer que nos la jugamos, mejor juegos florales, discursos infantiles y brindis al sol o soflamas vacuas que ir a por los que realmente deciden/alteran/condicionan la vida de los demás con los sueldos, los trabajos, las casas, las leyes, los impuestos y demás hechos clave, sí, los que tienen toda la pasta y el poder, no el tendero de la esquina o la ama de casa de turno y, por otro lado, en cualquier sociedad, hasta la más justa, siempre habrá crimen y maldad y esta no siempre obedecerá a injusticia social, ni mucho menos, podría haber, y los hay, de hecho, muchos otros motivos, por lo que habrá, además, que mirar caso por caso con sus características especiales para así extraer verdaderas o valiosas conclusiones pequeñas y no quedarse o conformarse con estas vaguedades o generalidades rimbombantes subnormales, aunque es cierto que ese, la pobreza o miseria, es uno de los factores más decisivos o que más influyen.
Por todo ello, esa filípica es tan mentirosa y fullera como el resto de la película, un alarde para nada de pura hipocresía y caradura y de espantoso aparatoso populismo inofensivo narcótico.
Vamos, que un desastre de tres pares de cojones.
Teresa Wright y Sal Mineo parecieron.