Es un rompecabezas o puzle horriblemente montado/contado, nada casa con nada, todas las piezas están desencajadas, desmadejadas, desorejadas, desangeladas, desparejadas, despeñadas o mal puestas, como Dios les dio a entender, como mezclar Groenlandia con un tenedor y ponerlos a cantar y bailar y que por Antequera salga el sol, es decir, la realidad y la ficción van cada una por su camino lo mismo que los personajes y sus situaciones o dimes y diretes igual que el ballet y el cantable a la vez que los comportamientos, los intérpretes y las transiciones y los entrelazamientos de los diferentes elementos en juego o unidades o tornillos del tan fallido engranaje, el cirujano, Doctor Fronkonstin, fue un carnicero, un chapuzas o manazas, y en lugar de arreglarle e incluso mejorarle la cara o careto, se lo ha desgraciado, se lo ha dejado como un cuadro, un mapa, abstracto, enfermo plano barullo.
Tampoco el tono infantilón y meloso, cursi y kitsch sería decir poco, quedarse escaso o romo, pega con la deriva aberrante de la absurda dichosa de enamorados se supone entente o relación de pareja ni tiene ningún sentido el vaivén de los protagonistas por mucho que lo fíes a las mejores intenciones de todas o todos.
Es en suma y resumen un sindiós perezoso y un dislate blando al que es imposible agarrarse por su vaguedad y disparate por mucho que tenga algunas melodías pegadizas, la voz de él sea la mar de agradable y relajante y el ballet lo parte, tenga o consiga un logrado aroma clásico bien rodado ese haz o trecho, te aburren a muerte los cabrones.