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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
4
Drama En la Coney Island de la década de los 50, el joven Mickey Rubin (Timberlake), un apuesto salvavidas del parque de atracciones que quiere ser escritor, cuenta la historia de Humpty (Jim Belushi), operador del carrusel del parque, y de su esposa Ginny (Winslet), una actriz con un carácter sumamente volátil que trabaja como camarera. Ginny y Humpty pasan por una crisis porque además él tiene un problema con el alcohol, y por si fuera poco ... [+]
5 de enero de 2018
40 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se suele hablar en sus películas de la fuerza del destino, del azar, de la casualidad, de un negro designio que tuerce y destruye la vida de sus débiles criaturas, afanadas en inútiles deseos y vanas esperanzas.
Un fatalismo trágico con aire de cine negro, repleto de heroínas dislocadas y excesivas.
Y eso está bien.
Pero no se suele comentar, en cambio, otro rasgo de su cine, la deriva de sus relatos, el, para mí, gran problema, me refiero a la grosera, infame intervención del autor, de cómo mete sus torpes zarpas en las vidas vulnerables de sus personajes y conduce burda, gruesa, zafiamente sus devaneos y reacciones para tratar de llevarles a callejones sin salida previsibles, obvios y lastimosos.
Como si este creador fuera incapaz de hacerse a un lado y dejar vivir con cierta libertad (verdad) a esos seres que ha pergeñado, como si desconfiara de ellos, o de él, o del público al que va dirigida la trama.
El caso es que de esa tosca, horrorosa manera suele desbaratar buenas ideas, interesantes y queridos entes de ficción, convertir jugosas narraciones en chapuceras y obsesivas muestras de su miedo, huellas del delito de un contador infantil, repetitivo, controlador y barullero.
Este es el hecho, su descripción, su horrible cara. Todo lo cual no es lo peor. El modo se lleva la palma. Los métodos que utiliza para dirigir los relatos hacia el carril que le interesa, cómo llena esas aventuras dramáticas de casualidades imposibles, de encontronazos inverosímiles, de explicaciones abominables e interminables, de cambios de actitud increíbles, de comportamientos aberrantes... Tanto desafuero para tener el control y poder cerrar historias del modo más consabido, convencional y esperado (según lo planteado).
Una pena. Porque el material suele ser estupendo.
En este caso perfuma a la Blanche DuBois de "Un tranvía llamado deseo" con los efluvios más turbulentos y vidriosos del cine negro. La baña de "Perdición" de Billy Wilder, por ejemplo. O si nos ponemos más finos, mezcla "Antígona" con "El cartero siempre llama dos veces" y "Hedda Gabler".
Película de un personaje, de una actriz, de una mujer. Pensada para su lucimiento, exhibición portentosa de Kate Winslet, gran actriz, indudablemente.
Aunque hay muchos más: el socorrista narrador, la mujer marcada, Humpty (¿Dumpty?, ¿un huevo andante?), el pirómano infantil o los mafiosos fantasmales.
Años cincuenta, Coney Island, insatisfacción, fracaso, evasión, crimen, sexo, traición, calor. Seres prisioneros, acogotados, hundidos, cocinados a fuego lento. Consumidos por pasiones que les exceden, por un tiempo que en su caso ya pasó, hasta para los más jóvenes, como si estuviesen todos atrapados en un agujero negro, en un bucle espacio temporal que lo devora todo. Universo paralelo. Realidad alucinada y pesadillesca.
Lo que nos lleva a otro factor fundamental, bello, extraordinario. A otro personaje más. A esa fotografía de Storaro que tiene la fuerza y el peso de un ser vivo o un atributo iracundo de la naturaleza. Parece fuego, llamaradas, lava que quema todo lo que toca, que enciende y destroza a todos los humanos que allí perecen, como si estuvieran viviendo en el infierno, entre estelas rojas y calcinadoras.
Increíble, maravilloso trabajo con el que se logra de forma asombrosa la creación de una realidad nueva, pura metáfora, abstracta, irreal, poética, apabullante, barroca, fabulosa.
Teatro, tragedia, mujeres, derrota, destino cruel y humana esencia. Quemados por el sol y el neón. Encerrados en un parque de pesadilla expresionista y turbulenta. Atrapados en el tiempo.
Y es, obviamente, el retrato de un monstruoso egoísmo, de una mujer que arrasa por donde pasa, que confunde el amor con su ombligo, que solo ve y observa sus deseos, que nunca reflexiona ni se conforma, que solo es feliz (tortuosamente) cuando asola lo que le rodea y ahoga, que nunca se esfuerza en observar/comprender los intereses o deseos de los demás.
Sería una sátira sobre el romanticismo, entendido este como la exaltación del yo más ciego, feroz y necio, aquel que solo se ve a sí mismo, que se emborracha de solipsismo y destrucción, que niega la razón y convierte el sentimiento (el suyo) en el único Dios, en un vicio sórdido, histérico y voraz, muy bruto y obtuso.
O de cómo la vida no tiene solución: si la aceptas tal como es, resulta prácticamente insoportable en su monotonía, ordinariez y desilusión (la distancia sideral entre lo que anhelamos y lo que tenemos); si la niegas, te evades, mientes y huyes de la verdad, te transformas en un imán de desgracias, en un pozo de dolor, en un ser repulsivo, peligroso, enfermo y traicionero.
Quizás el término medio sea el único modo, una mezcla leve de autoengaño (para ir tirando y no lanzarse por el barranco) y un poco de realismo (para no atropellar a los demás y a ti mismo). Lo cual, la mediocridad, como es bien sabido, es otra forma, la más común y fría y aburrida, de infierno y fracaso.
O tal vez el arte sea el remedio. Contarlo. Vivir para contarla. O al revés, contarlo para vivir. Huir de la necia acción y el estúpido voluntarismo, ser un mero vehículo de sensaciones; ojos que miran, mente que piensa, cuerpo que experimenta, manos que escriben. Lo cual es muerte.
Ya lo decíamos, no hay solución.
(Zona spoiler)
Me suele pasar con muchas de sus películas (cuando se las toma en serio), que llegados a un punto no me las creo y todo me resulta grotesco, cada minuto que pasa peor, más irritante y ridículo.
En este caso la cosa iba bien, para mí (estaba gozando, pleno de atención y regocijo), hasta que decide liar a Timberlake con Temple (¡horror!, de un esperado, fácil y previsible que no me lo podía creer. ¿Por qué, Woody?, ¿no había millones de chicas guapas en esa playa para que fuera justo a liarse con ella, no era demasiado burdo, rudo, primitivo, primario narrativamente que se conocieran, gustaran y juntaran, no estaba ya claro que querías forzar la tragedia cogiendo el atajo más zarrapastroso?).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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