Media votos
4,2
Votos
2.774
Críticas
2.773
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Ferdydurke:
7
17 de enero de 2016
63 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ella habla, mucho; él escucha (o eso aparenta por lo menos). Ella canta, baila, se ilusiona; él la acompaña. Ella expresa su alegría, sus dudas, sus esperanzas; él asiente comprensivo. Ella, a veces, quiere discutir; él le da la razón siempre.
Parecen felices. Eso parece.
Él cita a Kant y lee a Dostoievski; ella idolatra a Jennifer Aniston y devora los libros de Anna Gavalda.
No deberían entenderse. Pero se quieren. Posiblemente sea eso. O eso creen ellos.
Bueno, en realidad, pese a su envoltura blanda y dulzona y la apariencia engorrosa de comedia romántica superficial o, lo contrario, de drama amoroso con ínfulas intelectuales, en verdad es puro artificio, juego, lucha de conceptos a campo abierto, arte marcial; la filosofía de cada día traducida a arquetipos muy conocidos, son más ideas encarnadas que personajes con chicha. Un maniqueísmo poco disimulado.
Ella sería la honradez, la franqueza, el sentimiento, el pueblo, una heroína del amor quijotesca e idealista, como escapada de una novela de Corín Tellado, de esas en las que una humilde y buena chica se enamora de un arquitecto o abogado de postín, pasa mil penalidades y es final y debidamente recompensada con boda y niños. Suma a la intuición femenina, la bondad maternal y la generosidad pundonorosa.
Él mezcla muchas cosas más bien vidriosas. El intelectual encerrado en su castillo de marfil que desconoce el mundo, todo lo ordinario, el cemento o sustancia de las cosas del día a día, ni tiene tele ni sabe nada de la cultura popular; el prototípico, topiquísimo hombre con miedo al compromiso ("capullo o cobarde", tú eliges), egoísta y corto de miras y, como remate, por si no tenía poco, apático, abúlico, el del spleen, el extranjero siempre, el que las ve pasar y nunca se entera de nada. Además de, por supuesto, el elitista displicente, el sabelotodo parisino tan cargante y estirado.
Ella es la vida, la materia, el futuro. Él es el espíritu cansado, agónico, sepulcro blanqueado, máscara o sombra.
Está claro a favor de quien está la película.
Estructurada a través de varios estupendos momentos musicales, tres actuaciones de ella, un baile y alguna canción susurrada, la película sorprende, positivamente, por lo pausada, elegante e inteligente que es o se muestra, por el buen gusto siempre presente y la mirada calma, por cómo se maneja un material complicado con virtuosas manos de pianista exquisito.
Parecen felices. Eso parece.
Él cita a Kant y lee a Dostoievski; ella idolatra a Jennifer Aniston y devora los libros de Anna Gavalda.
No deberían entenderse. Pero se quieren. Posiblemente sea eso. O eso creen ellos.
Bueno, en realidad, pese a su envoltura blanda y dulzona y la apariencia engorrosa de comedia romántica superficial o, lo contrario, de drama amoroso con ínfulas intelectuales, en verdad es puro artificio, juego, lucha de conceptos a campo abierto, arte marcial; la filosofía de cada día traducida a arquetipos muy conocidos, son más ideas encarnadas que personajes con chicha. Un maniqueísmo poco disimulado.
Ella sería la honradez, la franqueza, el sentimiento, el pueblo, una heroína del amor quijotesca e idealista, como escapada de una novela de Corín Tellado, de esas en las que una humilde y buena chica se enamora de un arquitecto o abogado de postín, pasa mil penalidades y es final y debidamente recompensada con boda y niños. Suma a la intuición femenina, la bondad maternal y la generosidad pundonorosa.
Él mezcla muchas cosas más bien vidriosas. El intelectual encerrado en su castillo de marfil que desconoce el mundo, todo lo ordinario, el cemento o sustancia de las cosas del día a día, ni tiene tele ni sabe nada de la cultura popular; el prototípico, topiquísimo hombre con miedo al compromiso ("capullo o cobarde", tú eliges), egoísta y corto de miras y, como remate, por si no tenía poco, apático, abúlico, el del spleen, el extranjero siempre, el que las ve pasar y nunca se entera de nada. Además de, por supuesto, el elitista displicente, el sabelotodo parisino tan cargante y estirado.
Ella es la vida, la materia, el futuro. Él es el espíritu cansado, agónico, sepulcro blanqueado, máscara o sombra.
Está claro a favor de quien está la película.
Estructurada a través de varios estupendos momentos musicales, tres actuaciones de ella, un baile y alguna canción susurrada, la película sorprende, positivamente, por lo pausada, elegante e inteligente que es o se muestra, por el buen gusto siempre presente y la mirada calma, por cómo se maneja un material complicado con virtuosas manos de pianista exquisito.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Hay dos crisis: la del libro (no regalado) y la del encuentro (con esa profesora y esos niños que le ponen el espejo al elemento en cuestión); son los dos chapuzones de verdad a través de los que ella se enfrenta a la difícil situación por mucho que se quiera engañar la pobre, o no tanto.
Quizás deberíamos decirle que despertara de una vez y saliera de su mundo invadido por el amor azucarado en el que finalmente no cabe nadie; ya que ni le valen los muchos garrulos de su ciudad o, simplemente, hombres sencillos que la pretenden o desean, ni, por supuesto, este petimetre profesor que ella siente, con toda la razón del mundo, que ni la ve ni la quiere.
Y, quizás también, para rebajar su villanía, le deberíamos perdonar a él que sea tan memo ya que, a su manera, sí está y sí se implica; es amable, fiel y cumplidor. Otra cosa es que ni quiera, o no sepa, ni pueda dar más que una temporada pasajera de placer ligero y compañía entregada.
Ella, tal vez, debería rebajar sus elevadas pretensiones, tantas expectativas, y conformarse con algún simpático y decente compañero de su pueblo, alguien mas real y cercano, menos príncipe de cuento, menos guapo, pensador y fabuloso de lo que parecía el filósofo al principio. Él, también tal vez, tendría que quedarse encerrado en su onanismo ensimismado y autocomplaciente para así no crear falsas esperanzas a nadie.
Quién sabe nada.
De fondo, la lucha de clases (cultural y social) y el abismo que separa la capital de la periferia como decorado recurrente que acompaña esta historia tan rica y de apariencia tan ligera.
La pasamos bien (vivan el karaoke, las Supremes, el survive y la filosofía alemana, casi que me imagino un trío musical, esa banda, formado por Kant, Nietzsche y Schopenhauer cantando muy serios y reconcentrados el live is life de Opus y mucho me emociono, como una magdalena lloro). Y hasta pensamos algo, o un poco, no solo en las musarañas.
Quizás deberíamos decirle que despertara de una vez y saliera de su mundo invadido por el amor azucarado en el que finalmente no cabe nadie; ya que ni le valen los muchos garrulos de su ciudad o, simplemente, hombres sencillos que la pretenden o desean, ni, por supuesto, este petimetre profesor que ella siente, con toda la razón del mundo, que ni la ve ni la quiere.
Y, quizás también, para rebajar su villanía, le deberíamos perdonar a él que sea tan memo ya que, a su manera, sí está y sí se implica; es amable, fiel y cumplidor. Otra cosa es que ni quiera, o no sepa, ni pueda dar más que una temporada pasajera de placer ligero y compañía entregada.
Ella, tal vez, debería rebajar sus elevadas pretensiones, tantas expectativas, y conformarse con algún simpático y decente compañero de su pueblo, alguien mas real y cercano, menos príncipe de cuento, menos guapo, pensador y fabuloso de lo que parecía el filósofo al principio. Él, también tal vez, tendría que quedarse encerrado en su onanismo ensimismado y autocomplaciente para así no crear falsas esperanzas a nadie.
Quién sabe nada.
De fondo, la lucha de clases (cultural y social) y el abismo que separa la capital de la periferia como decorado recurrente que acompaña esta historia tan rica y de apariencia tan ligera.
La pasamos bien (vivan el karaoke, las Supremes, el survive y la filosofía alemana, casi que me imagino un trío musical, esa banda, formado por Kant, Nietzsche y Schopenhauer cantando muy serios y reconcentrados el live is life de Opus y mucho me emociono, como una magdalena lloro). Y hasta pensamos algo, o un poco, no solo en las musarañas.