- Creía que estabas muerto.
- Y lo estoy, ¿o no notas el olor?
Como no va a ser muy desgraciado y no se va a querer meter de todo este buen chaval si tiene la maldita mala suerte de padecer una madre así, semejante, a la virgen María, de ese cariz, tan perfecta y absolutamente maravillosa y amorosa, inteligente y hermosa, generosa, pundonorosa, entregada, pintiparada, de cuerpo presente, si además cuando hace más falta o se tercia es capaz de convertirse en tu particular Virgilia Julieta Roberta Dantesca, ni Woody Allen Konisberg o Philip Roth Portnoy hubieran imaginado una madre más omnipresente y verdadera, deber ser de sangre judía la muy puñetera aunque aquí por decoro todo eso se esconda, en la noche más eterna, en el descenso a los infiernos más nefastos, mucho, cuánto la quiero.
Y si volvemos, salimos indemnes de esta, Dios lo quiera, se acabará convirtiendo, muy seguramente, mucho me temo, este botarate inocente, en un asesino o algo peor, puede que hasta en una buena persona, quizás hasta padrino de otro drogadicto, qué miedo, un consejero, esa amenaza, de tanto va el cántaro a la fuente, de tanto recibido amor, si a eso le sumamos además una familia interracial de mucha postal, de toma pan y moja, una hermana cantante de Iglesia tan en el fondo buena, un padre sobrevenido duro pero comprensivo y unos pezqueñines que te ponen el corazón en un nudo y lloran mucho, en fin, todo ese tinglado horrísono.
La bomba va a explotar, tarde o temprano estallará, nadie la parará.
Aquí, para variar, el mal no es interno, más allá de un vago al pasado lamento, viene desde fuera y es ciego y azaroso, le tocó a Ben, le pudo pasar a cualquiera, a los más puros y verdaderos, como la lotería, que ya pronto llega, mala suerte, estamos a la espera.
Amable histerismo melodramático, claramente manipulador y obviamente convencional y fullero que nos depara un espectáculo somero más o menos llevadero, a mí, personalmente me presento, me hizo gracia, lo reconozco, sonreí unas cuantas veces, de unos noventa minutos de primor sonajero.
Si fuese o fuera el agente o representante de Julia, eso también os comento, de una vez por todas le diría que dejase de arriesgar tanto con sus papeles, siempre más allá del bien y del mal, en el límite tembloroso de la moral más tenue, que luego la gente confunde a la persona con el personaje y cabe la posibilidad, corre el peligro, de que cuando salga a la calle a comprar el pan tan ricamente y sin maquillaje, la próxima vez le tiren tomates.