Cuando hace de garrula o patosa y se golpea (o cae) contra todo/s y da hostias (la escena de la casa, lanzando patadas contra el mobiliario es una puta obra maestra de rabia cotidiana, un rato de furia) a babor y estribor, e incluso de niña no nena es estupenda, es decir, como cinco o diez minutos, lo demás, ejem, hablemos mejor del tiempo, de política y deporte, de gambas o crustáceos, de los últimos emocionantes acontecimientos, de España tengo la camisa negra viento en popa a toda vela en las mejores manos estamos, todo eso, cualquier cosa, hacerse el harakiri o jugar a las damas, antes que citar a Candice Bergen, no por ella, la pobre, de algo hay que comer y pagar impuestos y es preferible actuar (o ansí) que de pedir o de robar, a su hijo o a la madre que los parió a todos, o a Benjamin Bratt o a...
En fin, que Betty la fea con fuerzas renovadas de nuevo ataca, Pigmalión y el armagedón, plastilina para toda la casa y la familia, gominolas para la chavalada y el sursum corda a la carrera y a la cabeza, los concursos de misses no son hechos por/para tontas, tampoco pacifistas avant la lettre, son más bien una conjura o asonada (nada sórdida), un nido de víboras lleno de feministas altamente intelectualizadas para variar disfrazadas de concursantes como siempre, partiendo la pana, en la pomada, haciendo/perpetrando revoluciones sin descanso, inaugurando primaveras, descubriendo auroras, mira tú por dónde o eso es lo que yo, por lo menos, he sacado en claro, a colación, en este complejo críptico retorcido caso u ocasión.
Obviamente está mucho más guapa, la duda molesta, llena de chorretones, eructos, pedorretas y con el pelo estropajoso, oliendo a choto, to cerda, como hombre, de mujer ahí anda, dando a la nostalgia melancolía, transgénero.