Los cuarentones y cincuentones sobran, el paterfamilias es una figura ridícula, absurda, caduca. En conjunto, los hombres maduros no sirven para nada, son puro estorbo, materia desechable, bulto, barullo, incordio. Habría que, por su bien más que nada, les haríamos además un gran favor, eliminarlos a todos, de raíz y para siempre jamás, o mandarlos por lo menos al espacio exterior, o meterlos en una isla perdida, o encerrarles y tirar la llave. Su tiempo, si es que alguna vez lo hubo o lo tuvieron estos elementos, que lo dudo muy seriamente, ya pasó, claro. Son anacrónicos, grotescos, penosos. Dan grima y vergüenza. Son para llorar y reír, las dos cosas a la vez y sucesivamente. Así es.
Y esta película es una comedia mala, otra vez, y española además, el cupo completo. Porque a pesar, o para más inri tal vez, del evidente trasfondo con el que estoy completamente de acuerdo como ya arriba he expuesto, tan políticamente correcto y limado, tan entregado y acobardado, solo muy indirecto, sus modos son tan torpes y toscos que apenas se reconoce algo de la realidad de la que supuestamente se parte o a la que tan tristemente aluden. Parecen, los tres, y los de alrededor, como si vivieran en otro mundo, uno sin ningún sentido, tonto, diezmado e infantil, pura banalidad idiotizada. Y no debería ser tan así. Tendría que ser un reflejo más o menos lejano y acertado de la vida que nos ha tocado en suerte a todos, a la mayoría. Porque así la parodia o el guiño podrían tener algo de gracia, de verdad. Si no, como es el caso, se queda en puro voluntarismo ciego, en autocomplacencia boba, en un autismo inepto y desnortado. Nos quedamos solo con el intento loable de los actores y con alguna que otra canción que nos ayuda a pasar el trago. Actores que cumplen con los tópicos que les han endosado y deben defender, acosados por ellos, sin salida los pobres.
La historia. La sinopsis. Tres padres temen perder a sus hijas en manos de tres gilipollas. Aciertan. Tratan de evitarlo. Con muy pocas luces. Y enfrentados al mundo. Que va contra ellos. Una conjura judeo masónica de la que forman parte sus mujeres (les tratan como a niños, con un condescendiente y cariñoso desprecio por los maridos zarrapastrosos que padecen o les han tocado en desgracia), sus hijas (les torean a modo, se ríen en su cara) y los novios (perroflauta, nini y pederasta que, obviamente, son de una infinita mayor estatura moral, humana y gnoseológica científica que ellos, sin duda).
El facha con pasta, el violento sin causa y el calzonazos patético y amoroso. Esas son sus ropas. La masculinidad lamentable que les adorna. La percha que los de su generación adoptan para intentar, vano empeño, sobrevivir en un mundo que hace ya tanto mucho tiempo que les dejó de lado y que no sabe cómo cojones quitárselos de encima de una maldita vez, para siempre.
A ver si con esta película, de una vez por todas, se dan por aludidos y así podemos descansar todos de su ominosa presencia definitivamente.
Yo espero que así sea, aunque caiga por el camino. Mejor irse justo en el momento anterior, aunque siempre sea demasiado tarde, a que te echen a gorrazos.