No era sexo. Era muerte.
Estaba claro que era imposible ese dinero solo por hacer bulto. Algo turbio había detrás. El truco tenía su pozo oscuro.
Arañas. La reclusa chilena y la malvada brasileña.
Ruleta rusa.
Bien. No hay pega. En un mal paso estás en el abismo. Correcto.
El horror. La tensión bien administrada. Con austeridad y rigor. De acuerdo.
Pero no sé, seré yo, pero a mí toda esa ominosa solemnidad más que miedo me produce risa, más que espanto en el lado oscuro, sorpresa pueril para mentes infantiles.
No son necesarios estos inspirados hechos reales para mostrar le vida en su aspecto más espeluznante. Basta con mirar un rato, escuchar algo, comprobar lo que hacen los poderes, lo que tragan los ciudadanos, lo que más gusta, lo que se comenta, lo que sale en los medios, eso sí que da verdadero miedo, no estas pobres arañas que dan ganas de comérselas a besos o sacarlas de paseo, pedirles una cita u ofrecerles matrimonio.
¿Metáfora extrema y gótica sobre el destino de la pobre gente que no tiene nada en la meca del capital y el imperio?
Vale. Bueno. Había que decir algo morrocotudo, vestir el muñeco, que si no la historia se nos queda en los huesos.
Bien contada, rodada e interpretada. Con pocos medios económicos y muchos aciertos (lógicos, narrativos, grises, hermosos). La actriz (y directora y guionista) es preciosa. Lo mismo que la rusa facinerosa.
Villeneuve ("Enemy") en el recuerdo arácnido y tenebroso.