Anodina y tontorrona. No sabe si ser comedia o ponerse gorda hincharse la vena y tirar por la calle de en medio de la tragedia la agonía de la (puta) guerra.
Un teórico en mitad de la refriega y un piloto de medio pelo a punto de largarse al que le toca bailar al pobre desgraciado con la más fea. Dos personajes fuera de sitio condenados a entenderse y qué hacen buenas migas, faltaría menos, un blanco y un negro, a la fuerza ahorcan. Charlie, como siempre, es el diablo encarnado, aunque más bien de fondo, decorado, marco, salvo algún encontronazo entre siniestro y tierno.
Se deja ver pero poco más. Es mejor en la parte de pura acción que en las lamentables transiciones especialmente erradas o erróneas en todo lo que se refiere a los de la base con el piloto de la cinta roja como valiente energúmeno y enorme mequetrefe.