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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
5
Drama En el aula de un instituto, un grupo de adolescentes están muy concentrados haciendo un examen. Todos menos uno: Gonzalo, que ha decidido dejar su hoja en blanco. Le da igual que le suspendan, le da igual que su madre se enfade con él. De hecho, eso es lo que quiere. No sabe por qué, pero no le gusta cómo son las cosas a su alrededor. (FILMAFFINITY)
28 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le ronda a esta película tan triste una bella canción, muy bella y muy deprimente, "Vete" de Marlango (una versión muy personal de la estupenda rumba de "Los Amaya"), cantada por Leonor Watling. Cada vez que suena, la peli crece. Toca, alienta, da cuerpo a esa sensación de abandono, soledad, dolor, pérdida, las ganas de abandonar, de dejarse caer, ir, perder, dejar de luchar, rendirse de una maldita vez. En un tono lánguido, cansado, elegante, melancólico, hermosamente decadente. Bien.
Manuel Martín Cuenca es, sin duda, uno de los más interesantes directores españoles de los últimos años. "La mitad de Óscar", "Caníbal" o "El autor", por ejemplo, son buena muestra de ello, tres obras ricas, personales, con potencia intelectual, con delicada, esmerada artesanía audiovisual, fuera del tópico y la mediocridad tan habituales en nuestro cine, sin monserga. Bien también.
Esta película tiene grandes aciertos y errores enormes. Al cincuenta por cierto. Me emociona y me produce rechazo.
El recurso manido de las historias entrelazadas con unos personajes que se mezclan, cruzan y desprenden, como si fueran electrones y protones que se atraen y repelen entre sí; el cubano del cuadro con amante en la silla, la madre peleando con toda la pobre gente que sale huyendo de otros países, el hijo que se refugia en su habitación del mal del mundo, de tanta confusión, dolor y ruido, y el recién salido de la cárcel jugador de ajedrez al que han roto el corazón.
Van y vienen.
A veces es muy sutil, sugerida y elíptica. Otras, chabacana, evidente y forzada. Gana cuando desconcierta y desconsuela. Pierde cuando cae en la tentación de la moraleja y la fórmula. Acierta en la contención y la elegancia. Yerra en el estrépito y la brocha gorda.
El personaje de Leonor es demasiado estrambótico. El del chaval sería su reverso más metafórico, sutil y misterioso. Cámara está bien dibujado aunque su recorrido, su pasado y su conducta sean un poco inverosímiles (¿qué le pasó a tan buen hombre para acabar en el trullo, ladrón de guante blanco?). El asunto de los refugiados salva el escollo de la demagogia bien pensante, pero resulta un poco artificial.
Es, en definitiva, una película muy apreciable, emocionante, bella, brillante y lograda por momentos; fallida y forzada y gruesa en otros. Más interesante que buena. Más querible que bien resuelta. El cierre esperanzado tras la gran caída es un recurso demasiado tópico y manido.
Nathalie Poza es una gran actriz que merecería más reconocimiento. Es muy buena. Siempre. Todos los demás no están mal. Hasta bastante bien el cubano Eman Xor Oña y Cámara (también es un gran actor, aunque más relamido y limitado que Nathalie). Leonor lo hace muy bien, pero su personaje es demasiado histérico y desagradable, y su historia, la peor de todas, la más arquetípica (accidente, se supone, y rabia y desahogo y desesperación) y poco creíble.
Casi todos los pasados no quedan explicados, solo insinuados. Película de silencios y música. De hondura y espectáculo.
Barrunta.
Ferdydurke
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