Una historia fragmentada en tres bloques bien diferenciados. Secuestro terrorista, amor imposible y thriller. Tres actos enlazados con sutileza que van cargando la trama de forma inteligente, donde cada capa suma y no entorpece.

Como la historia de la rana y el escorpión. Los personajes que descubrimos a lo largo de la cinta tienen que sobrevivir a picaduras mortales del entorno, mientras cruzan un rio tan peligroso como la vida misma. Es fácil sentirse identificado con la bondad de personajes como Fergus o Dil, y la tensión generada por sus entornos hostiles hace que tenses la experiencia y te mantiene en alerta.

La música tristona que en gran parte del metraje suena de fondo hace intimar con la soledad de unos personajes que no disfrutan de sus papeles en la vida. El deseo de ser mejores, aceptados o simplemente liberados de las cadenas de hostilidad hacia ellos, hace de sus vidas una sala de espera a tiempos mejores.

Que gran trabajo de Jaye Davidson. Que forma de sentir el personaje. Transmite fragilidad y desorientación. Un infeliz en la parte trasera de un callejón húmedo que se permite vivir abiertamente en la acera vulgar de la sociedad.

El Fergus de Stephen Rea es siempre la cara perdedora de la moneda que te niega el sitio correcto donde estar. No encaja en su primer acto, no encaja en el segundo y acaba siendo lo mismo en el último. Se niega a ser despiadado como también se niega a amar de una forma que no es. Es la mejor referencia a ese escorpión en el río a lomos de la rana.

Neil Jordan firma una obra de gente desubicada que lucha tanto por remendar su pasado como para ser aceptado en el presente. Todo ello con sutileza. Su conflicto no es el IRA, es "la ira" del mundo.