Broche final al circo de los monstruos clásicos. Este último crossover se mueve en una calidad similar a la anterior entrega, o sea, mediocridad argumental, personajes acabados, repetición de una historia que hemos visto veinte veces, etc. De todas formas aún mantiene sombras del encanto que hizo triunfar este universo del horror.

Repite papel el trío monstruoso principal, con más defectos que otra cosa. John Carradine adquiere más protagonismo en esta entrega, pero su Drácula sigue falto de carisma, presencia, temor, maldad y cualquier otra característica del personaje. Simplemente no te lo crees, el papel le queda fatal. Lon Chaney repite sus aspavientos de siempre, que si la maldición, que si no puede esperar otra noche más para ser curado, que si se suicida por enésima vez… el pobre ya da pena y risa con su hiperbólico drama. Nada ha evolucionado su personaje después de tanta película. Cierra Glenn Strange con el Monstruo de Frankenstein que se da un pequeño paseo de dos minutos por la zona para terminar como siempre. Muy patético.

A mayores encontramos los siempre presentes Científico Loco y su ayudante deforme, que esta vez es una Jorobada. Más de lo mismo pese al intento de otorgarles más historia de lo habitual. Y aunque no aparezcan en la película, hay referencias al Hombre Invisible, La Momia, La Novia de Frankenstein y al Hombre Lobo original (‘Werewolf of London’), lo que es un bonito detalle, dado que esta entrega pretende cerrar ese mundo, aunque en realidad no sea la última película del mismo.

Los escenarios son reciclados de otras producciones, la ambientación huele a perfume gótico y por fin se le da un cierre al sufridor personaje de Talbot. A la historia poco le falta para no tener ningún sentido, de hecho ni siquiera lo tiene con respecto a la anterior entrega, pero bueno.

Es corta y se puede ver como curiosidad.