Con la salvedad de que hay por ahí unos detectives que investigan un asesinato, esta secuela de “True Detective” no se parece en nada a la primera temporada.

Lo que nos encontramos aquí es un thriller policíaco neo-noir, donde antihéroes atormentados investigan casos que no deben ser resueltos, en una ciudad decadente, contaminada por el humo de las fábricas, envenenada por la corrupción, definida mediante luces decaídas, sombras, whisky, mafias, edificios, tiroteos, depravación…

La historia no es fácil de seguir al principio, demasiado difusa, farragosa… Con muchos nombres sueltos de gente que no vemos o aparece poco tiempo… Y un ritmo no precisamente movido. Pero si aguantas y te dejas llevar en los primeros episodios, la recompensa llegará en los últimos. Es una serie que va de menos a más, mejorando ostensiblemente en su segunda mitad, en la cual el caso se clarifica, la tensión se adueña de la pantalla y el ambiente se torna agobiante, con buenas dosis de suspense y acción.

En la temática sí que tiene un nexo con la temporada anterior: gente poderosa e intocable abusando de inocentes olvidadas por el mundo. Un mundo donde la oscuridad ocupa mucho más espacio que la luz. Eso sí, no entra en cuestiones metafísicas ni movidas ritualistas, esta historia es mucho más terrenal.

Tenemos nada menos que cuatro protagonistas: tres policías y un mafioso. Las interpretaciones bien, sin tampoco deslumbrar, a excepción tal vez de Vince Vaughn y Colin Farrell, el primero por resultar creíble en un papel serio (atípico en su carrera) y el segundo porque sencillamente es el que mejor lo hace.

En su momento el público valoró negativamente esta temporada al encontrarse con algo radicalmente diferente a la primera en todos sus aspectos, pero lo cierto es que estamos ante una notable serie policíaca de intriga, corrupción y acción con un estilo neo-noir de la vieja escuela. Animo a darle una oportunidad.