La primera, el cartel de la película: poner a Veronica Lake como único reclamo es poco sutil teniendo en cuenta la calidad del producto final. Y es que Los viajes de Sullivan es ciertamente extraña y desconcertante, pues es básicamente una reivindicación de los efectos de la comedia en el alma humana tomando como trasfondo la Gran depresión. Obviamente, Preston Sturges no opta por la guerra total contra el corazón del espectador de su coetánea Las uvas de la ira, pero los momentos en los que retrata la miseria del momento son sencillamente fantásticos y en mi opinión lo más logrado del metraje por su espontaneidad y verismo. Sin embargo, el clima general de la película oscila entre la más cruda ironía y el slapstick; a cada uno le toca valorar si procede mezclar de esa manera pasajes tan aterradores con la cuchufleta inteligente. En cualquier caso, esta aparente esquizofrenia está servida con un reparto muy competente (nadie podía ser Sullivan salvo Joel McCrea), una dirección fantástica de Sturges y un guión ágil y chispeante.