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España España · Compostela
Voto de odokm:
7
Drama Maloin es un vigilante de una estación de tren que, de forma casual, es testigo de un asesinato, y acaba haciéndose cargo de una maleta llena de dinero que trastocará para siempre su vida, acarreándole muchos problemas. Inspirada en la novela de Georges Simenon "El hombre de Londres". (FILMAFFINITY)
27 de junio de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si nuestro Maloin alguna vez soñó con encontrarse 60000 libras flotando en el mar, supongo que si, al fin y al cabo él se dedica a observar, y observar es el habitual primer escalón del ensueño. Nuestro Maloin es un ser deprobable, las cuestiones morales no forman parte él, no es que las desprecie, ni se las plantea. Es un muerto, un asocial, y lo es por falta de inteligencia, por falta se sensibilidad, ¿cuánta gente muere por falta de vida? Alguien que presencia una pelea entre dos personas, que acaba con un maletín y una de las personas en el agua, y lo que hace es rescatar el maletín, es un estúpido. Y su estupidez queda patente a medida en que los acontecimientos avanzan, y las circunstancias lo devuelven al «juego» de la vida; carece de previsión, no se conoce, y por tanto, todo lo hace mal.

Efectivamente, odio a Maloin y lamento su miseria; y por eso no puedo dejar de preguntarme qué pensaría Tarr de su personaje. Y lo único que se me viene a la cabeza es ninguneo, falta de respeto, Maloin es solo una herramienta para realizar su arte, un personaje excusa. El mismo Tarr enamorado del Janos de Armonías desconoce al Maloin de Londoni. Por momentos la película parece un entrenamiento necesario hacia «El caballo de Turín», la música que te subyuga cuando presencias el apocalipsis queda ridícula en una investigación policial. Por no hablar del resto de personajes que rozan lo paródico en el caso del investigador, abrazan el esperpento con los vendedores de pieles, o son completamente anodinos como la mujer de Brown. En casi todo lo que se podría llamar «parte dramática» la película me resulta desagradable, no solo los personajes si no también la acción. En ningún momento conseguí salvar la brecha entre la forma y el drama, hasta quedarse, en mi opinión, simplemente en un ejercicio de estilo de principio a fin; pero es precisamente ahí dónde es extraordinaria.

La cámara de Bela Tarr es un bisturí, se mueve lenta y afilada a lo largo de la escena, cada vez que se para es porque toca hueso, y después viene otro cambio de dirección o el final de la secuencia. Un estilo arrebatador, quizás solo Tarkovsky y Dreyer aparte de él, consiguieron el efecto en mi que Tarr consigue con una facilidad asombrosa, me lleva (me eleva) a lado místico del arte. Hay varias escenas, secuencias, que consiguen este efecto en esta película; voy a nombrar dos, me voy a abstener de hacer la crítica porque se me está haciendo tarde, sólo las nombraré para que aquellas personas que se disponen a verla pongan un puntito mas de atención ahí, o aquellas que ya la vieron gocen con el recuerdo, o rescaten la película del disco duro para volver a disfrutarlas: la primera, cuando Maloin se va dormir, se desviste y su mujer cierra las contraventanas eliminando la luz; y una de las escenas en el bar con Maloin, su hija, el barman, y la señora mientras suena un acordeón. Son con toda seguridad dos de las escenas más maravillosas que he visto nunca.
odokm
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