Verano de 1936. Pocos días después de que en España empezáramos a matarnos los unos a los otros, tenía lugar en Nueva York el estreno de “Swing time”, una comedia romántica alegre y optimista, al servicio de la pareja de bailarines formada por Fred Astaire y Ginger Rogers. Eran distintos escenarios y diferentes maneras de afrontar la existencia.
Fred Astaire siempre recibió merecidos elogios. Decía Cyd Charisse que bailar con él era un desafío y que si repetías era una verdadera consagración. En cambio, Ginger Rogers se quejaba en sus memorias de que nunca encontró el suficiente aprecio ni de su compañero en la pantalla ni de Mark Sandrich, director habitual de la pareja en muchas de sus películas. De hecho, no la dejaban participar en las coreografías y cobraba mucho menos que Fred Astaire. Como si fuese fácilmente intercambiable. Para nada.
No he visto todas las películas que protagonizaron juntos, pero creo que en “Swing time” Ginger Rogers brilla más como actriz de comedia romántica, cantante y bailarina. Quizá porque la película no es de Mark Sandrich, sino de George Stevens, un realizador que destacó en géneros muy distintos.
Es cierto que el argumento de sus películas seguía siempre el mismo patrón: se conocían, se enamoraban, se distanciaban por algún malentendido y se reconciliaban finalmente para acabar juntos y felices. Pero en esta película todo está adornado con momentos simpáticos. También con buenos diálogos. Y sobre todo con algunos números que ya forman parte de la historia del musical (spoiler).
Aunque en cierto número Fred Astaire se pinta la cara de negro y es algo que actualmente vemos como algo ofensivo, también se trata de una espectacular exhibición de claqué que merece la pena verse.
Otras películas de la pareja me han parecido anticuadas, pero “En alas de la danza”, salvo el detalle mencionado, no me ha parecido tan pasada de moda y es una buena manera de acercarse al cine de esta pareja y comprender por qué hace muchos años fueron tan queridos por el público.