Se habla de las tres novias que compartieron su vida con él. Considerando la irrefrenable locura de Ted Bundy, se puede decir que salvaron su vida milagrosamente. Lo de la última es increíble. A pesar de que las pruebas en su contra se acumulaban, siempre creyó en su inocencia, se casó con él en su último juicio y engendró una hija en el corredor de la muerte, mientras los vigilantes hacían la vista gorda.

Ted Bundy empleaba con frecuencia un truco tan eficaz como repugnante. Con un brazo falsamente escayolado y dejando caer una pila de libros, pedía ayuda a una chica a la que veía sola, con la intención de que le acompañara a su coche, situado en un lugar solitario, donde reducía a la chica con violencia y la ayuda de unas esposas. Es decir, se aprovechaba de la amabilidad de estas jóvenes, que desaparecían misteriosamente, incluso de lugares concurridos. Fue capaz así de secuestrar a dos chicas a plena luz del día en una multitudinaria fiesta de verano.

Admirable la actitud y la valentía de Carol DaRonch. A punto de caer en sus garras (si el asesino llega a fijar el otro extremo de las esposas estaba perdida), luchó como una fiera por su vida. Ante un criminal mucho más fuerte que ella, logro zafarse de él y pedir ayuda a un conductor en la carretera. No solo salvó su vida, sino la de muchas más, porque su testimonio fue decisivo para detener a Bundy.

Las dos huidas rocambolescas de prisión fueron una falta de respeto hacia sus víctimas, porque se trataba de un reo condenado por secuestro que iba a ser juzgado por asesinato. Semejante negligencia tuvo consecuencias graves. En su alocada y sanguinaria huida sumó tres víctimas más, incluida una niña de 12 años.