El cine español tiene la fama, bastante merecida por cierto, de encaminarse por las mismas sendas (comedia, costumbrismo, guerra civil, dramas realistas…). Es por ello que todos los intentos de apartarse de la trillada norma merecen cuanto menos un aplauso. “La hora fría” pertenece a ese grupo de filmes que intentaron abrazar nuevos géneros no muy abordados en nuestro país, en este caso fantasía y ciencia ficción. Y digo lo de intentaron porque por desgracia la película quedó en eso, en un intento tristemente fallido.
La película cuenta con un planteamiento no muy novedoso pero interesante y se rodea de una atmósfera claustrofóbica, lúgubre y desoladora. Hay que destacar, desde luego, el buen partido que se les saca a unos decorados artesanales, más dignos de un almacén abandonado que de un búnker, pero que encajan de cine en el ambiente de la película y contribuyen a aumentar la sensación de que los protagonistas están expuestos al peligro.
Sin embargo, la película falla en muchos aspectos. Los personajes son planos, no tienen nada que pueda atraer la empatía o la atención del espectador (de hecho, quitando al viejo, todos los adultos son homogéneos: misma vestimenta, mismo color de pelo y de piel…). Los actores van de lo malo a lo mediocre y en muchas ocasiones no se les entiende cuando hablan. Y lo que, en mi opinión, arruina a la película es no saber proporcionar un antagonista adecuado. Los extraños atacan de uvas a peras, se les nombra mucho pero se les ve poco y, cuando aparecen, no terminan de resultar todo lo amenazantes que debieran. En cuento a los verdes espectros (“los invisibles”) salen menos aún y al final no terminas de entender lo que pintan en esta película.
El desenlace se merece una opinión a parte, no sólo por tratarse de una escena maravillosamente desoladora, sino porque, a pesar de sus méritos visuales, crea más incógnitas de las que resuelve.