Después de varios años, el realizador Steven Spielberg ha conseguido sacar adelante su película sobre uno de los presidentes norteamericanos más emblemáticos de su corta historia como país. Sin embargo, si alguien se esperaba un "biopic" que ensalzara la "obra y milagros" de Abraham Lincoln desde su nacimiento hasta su llegada al poder, saldrá decepcionado puesto que Spielberg se centra única y exclusivamente en el proceso legislativo que llevó a abolir la esclavitud, contando con todo lujo de detalles como se llevó adelante.

La acción del film se inicia en plena batalla entre nordistas y sudistas. Pero que nadie espere ver un espectacular despliegue de medios para mostrarnos la batalla. En su lugar contemplamos un enfrentamiento "sucio", prácticamente cuerpo a cuerpo en medio de un barrizal. De esta forma ve la guerra Lincoln (interpretado por Daniel Day Lewis) y así quiere que la veamos Spielberg. A partir de ahí, las batallas se van a quedar fuera de campo, ya que toda la trama se traslada a Washington donde el presidente va a aprobar por todos los medios la abolición de la esclavitud, antes que acabe la guerra.

Lo que vamos a ver, son los movimientos políticos realizados por Lincoln y su gabinete para conseguir la mayoría que asegurase el éxito en la votación. Dichos movimientos, vaya por delante, no son muy limpios que digamos, y hasta cierto punto son algo reprobables. De alguna forma estamos asistiendo a una representación más de la famosa frase "el fin justifica los medios". Es cierto que tendemos a simpatizar con el presidente en su empeño, ya que en el fondo, todos sabemos que abolir la esclavitud es algo positivo. Por si acaso, Spielberg rellena buena parte de las dos horas y media con imágenes no del Lincoln presidente, sino del Lincoln padre de dos hijos (uno desparecido aunque siempre presente en el ambiente familiar) o el Lincoln marido (Sally Field es la encargada de dar vida a Mary Todd Lincoln). Aquí es donde el realizador vierte la poca sensiblería habitual en su cine más comercial y que aquí queda reducido al plano más íntimo y personal.

Posiblemente sea una de las películas más oscuras de Spielberg. Es lo que tiene adentrarse en los entresijos del poder. A pesar de lo cual el realizador intenta dar una visión objetiva de los hecho, o por lo menos no quiere juzgar a Lincoln por sus actos. Al lado de Day-Lewis que hace una memorable composición del presidente destaca Tommy Lee Jones, y algo por debajo James Spader o David Strathaim. La verdad es que apenas hay nadie que le haga sombra al personaje principal, algo innecesario teniendo en cuenta las dotes de Day-Lewis. Se echa de menos más personajes de entidad que sin duda hubieran enriquecido el relato.

Aún así, hay que valorar la propuesta de Spielberg en lo que es: un ejercicio nada contemplativo, serio y adulto, alejado totalmente de artificios y distanciado de sus habituales productos comerciales, que demuestra que el realizador todavía puede ofrecer películas de buena factura y calidad. Otra cosa es que el film no sea del todo redondo.