Niño rico fue la última película de Macaulay Culkin en su etapa infantil. No volvió a aparecer en la gran pantalla hasta Party Monsters, en 2003, nueve años después, y ya nunca más ha vuelto a estar en el ojo público, a aparecer en una cinta comercial, ni ha dado prioridad a su carrera cinematográfica, manteniéndose bastante apartado en general del cine desde entonces.
No es de extrañar, la verdad.
Dejando de lado otros temas legales y familiares que le afectaron (como suele ocurrir en casi todos los casos de niños actores muy exitosos), lo cierto es que Niño rico es un desastre. Una película bastante mala. Hubiese sido mucho más interesante que hubiera sido una comedia irónica sobre el estatus de celebridad del niño, aprovechando el innegable talento cómico de Culkin y su capacidad para hablar como los adultos con desparpajo, que es lo que hizo de Solo en casa un éxito tan descomunal (eso y que Culkin, le pese a quien le pese, ha sido quizás la estrella infantil más carismática de los últimos 30 años por lo menos). Pero no. Donald Petrie opta por convertir al personaje de Archie Comics en protagonista de una boba mezcla de aventuras y thriller de espías, con el Triángulo de las Bermudas y secuestros de por medio, y el resultado es francamente equivocado.
Muy pobre.