Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho... ahora? no es mejor que su predecesora. Eso vaya por delante.
La novedad se ha perdido, los chistes no son tan acertados y, sobre todo, existe una sensación de dejà vu importante, hasta el punto de que cuesta realmente saber qué historia se nos está contando, si es que hay una. La película es básicamente una suerte de remake, más que secuela, de la primera, pero con algún que otro personaje nuevo y los que ya conocemos (suegros, hijas y yernos) más matizados y algo más avanzados.
Sin embargo, el resultado continúa siendo de lo más simpático y, sobre todo, enternecedor en el mensaje de tolerancia e igualdad que pretende lanzar, que no es otro del de una Francia donde caben todo tipo de culturas, razas, religiones y orientaciones sexuales, a pesar de los prejuicios de todos los colectivos sobre los demás. Philippe de Chauveron reflexiona sobre todo esto e invita a reflexionar a un público que tiene ganas de reírse con los Verneuil, a los que ha adoptado ya como si fueran su propia familia, en vista del descomunal éxito que la saga tiene en el país galo y en toda Europa.
Excelente trabajo una vez más de todos los actores, sobre todo los yernos, y de nuevo nos queda la duda de cómo hubiera sido el personaje de Marie y su interacción con Claude si en vez de Chantal Lauby (que está estupenda) hubiésemos tenido a Marie- Anne Chazel.

Lo mejor: Es simpática, sin duda.
Lo peor: Apenas se diferencia de la primera.