Me ha gustado leer la primera crítica útil de esta ficha en la que hace mención a la similitud de esta historia con una especie de lejana versión americana sureña de una Heidi adolescente porque, cuando la estaba viendo, la famosa chiquilla de los Alpes me vino a la cabeza de inmediato, por lo que me alegra comprobar que mi imaginación no se ha ido por extraños derroteros.
También añadiría que esta nueva Heidi u otra especie de "Ana de las tejas verdes" con el rostro de la encantadora Debbie Reynolds, criada entre los solitarios y agrestes pantanos del Sur, a orillas del río Mississipi, tiene también mucho de los relatos de Louise May Alcott, más concretamente uno que recuerdo que leí en mi infancia "Una muchacha anticuada", ya que como ésta y la arriba mencionada, también la protagonista va a representar los valores puros, sin contaminar, de una vida en comunión con la naturaleza, con la verdad intrínseca de las cosas que se harán más visibles al contraponerlas con el bullicio y los convencionalismos de la civilizada ciudad y sobre todo, de una adinerada y aristocrática familia en particular, cuyos integrantes se verán transformados por la chiquilla cuando ésta entre en sus vidas, con sus modales francos, espontáneos y alegres que les harán darse cuenta de las dobleces, las convenciones y los sinsentidos que llenan sus vidas, impidiéndoles encontrar la felicidad real.
Un bonito cuento de hadas moralista que, sin embargo, adolece a mi juicio de un exceso de afán aleccionador con el desmedido protagonismo que se le concede a Reynolds en detrimento de todos los demás participantes del elenco que, si se fijan bien, son de auténtico lujo pero apenas se les concede oportunidad de lucimiento más allá de girar en torno a la muchacha, sin apenas generar conflicto y mostrándose pasivos ante ella.
Señalar que como partenaire masculino tenemos nada más y nada menos que a un jovencísimo Leslie Nielsen (sí, sin canas), que me ha costado reconocer, ejerciendo de galán y bastante guapo además. Al mismísimo Walter Brennan como abuelo de la chica que despachan a los 20 minutos, algo imperdonable. Mala Powers haciendo ligeramente de mala o Mildred Natwick y Sidney Blackmer entre otros, pero cuyos papeles considero desaprovechados. No se ha querido salir de un estilo suave, amable y ligero, cuando un poco más de drama o picardía claramente le habría favorecido.
Por lo demás, nada que objetar. Un magnífico Cinemascope a todo color, buen vestuario y fotografía, bonitas escenas evocadoras tanto del barco vivienda, hogar de la chica, como de la gran mansión sureña a donde se traslada.
Y, por supuesto, la música. Debbie nos va a regalar, además, con una melodía preciosa que hará las delicias de los aficionados y que contribuye a crear ese clima de buen rollo imprescindible en estas películas de corazón.
Para nostálgicos irredentos.