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España España · san sebastian
Voto de Izeta:
7
Drama Un sentimiento de culpa con raíces muy profundas hace enloquecer hasta tal punto a una escritora recién casada, que tiene que ser internada en un centro psiquiátrico; pero el tratamiento al que es sometida contribuirá a agravar más su estado. (FILMAFFINITY)
1 de junio de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No había visto en mi vida, estoy seguro, este seco y duro drama. Creo que no lo hubiera olvidado así como así.
Se trata de un inusual y nada complaciente acercamiento de Hollywood a la enfermedad mental y a las instituciones psiquiátricas, en aquel entonces mal llamados manicomios, cuyos centros eran poco más que contenedores y cajones de sastre, que apelotonaban a los enfermos de cualquier manera y cuya única diferencia consistía en albergarlos en diferentes módulos según el grado de gravedad con el que era considerado el enfermo.
Basada en una obra autobiográfica de Mary Jane Ward, la película está narrada desde el punto de vista de una paciente, Olivia de Havilland, ( si alguien duda todavía de las grandes dotes artísticas de esta actriz que vea esta peli). Una actuación contenida, plena de matices, de confusión, de miedo, de inseguridad, de dolor, de desconfianza, de ira, de culpa, de rechazo, de alivio...sin histrionismos chorras y aguantando primeros planos como una jabata, ( aunque tampoco puedo evitar pensar que el film está excesivamente moderado a pesar de lo que vemos) en la que se relatará todo el proceso de su ingreso en el sanatorio a causa de una crisis nerviosa, el funcionamiento de esa institución y sus profesionales y su posterior aclimatamiento, tratamiento y recuperación, incluida la explicación de las causas que la llevaron a ella.
Al hablar de esta peli se habla mucho de denuncia o crítica, sin embargo, yo apenas he percibido eso. Naturalmente nos muestran sin tapujos lo que, a nuestros actuales ojos, nos han de parecer grotescas salvajadas, como por ejemplo, los métodos de tratamiento que aplicaban ( electroshock, bañeras, camisas de fuerza, encierros, premios y castigos...) pero la película o la propia autora, no sé bien, no parece cuestionarlo demasiado sino, más bien, detallarlo, como si fueran males necesarios a seguir en el camino de la recuperación. No podemos olvidar que, para los de esa época, esas instituciones y esos métodos serían, para ellos, tan respetables y científicas como para nosotros, los psiquiátricos y los tratamientos actuales.
Un ejemplo muy significativo es la escena a la que alude el título. La reclusión de la paciente en la zona de los " irrecuperables" que, mientras que Litvak nos la muestra de forma aterradora y muy dramática, como si fuera un zulo insondable, la paciente no parece juzgarlo de igual modo o con la misma contundencia. Y eso resulta extraño. Es como si el que denunciara fuera el director y no el paciente.
Sin embargo no resulta así en otras. La paciente sí juzga , severamente, otros aspectos de la institución. A una de las enfermeras, a algunos médicos, a algunas compañeras...
Y no todo podía ser negativo en este film. La paciente también parece sentir gratitud. Gratitud por un médico concreto que, al parecer, fue muy novedoso al aplicar tratamiento de psicoterapia con ella y al que verdaderamente le atribuye su recuperación, así como a alguna de sus compañeras que le ayudó y protegió en el proceso ( Celeste Holm), indicándonos así lo importante que resulta el apoyo en estos procesos y en el que veremos cómo, a su vez, protege ella a otra ( Betsy Blair), más desvalida, cuando está en condiciones de hacerlo.
Decir, por último, que yo no consigo ver este film como pasado de moda, tal y como señalan algunos, por el simple hecho de que esas circunstancias hayan quedado superadas. Quizá, el tramo que dedican al psicoanálisis es lo que me parece que ha envejecido peor.
En lo demás no es así en absoluto. Claro que se sabe mucho más y las condiciones son infinitamente mejores pero todavía hay muchísimas cosas por mejorar y progresar y, me temo, que muchos de los problemas que se señalan aquí siguen siendo actuales. El ratio de los pacientes a los que debe atender un médico y el tiempo que pueden dedicarles sigue siendo inaceptable, antes y ahora. Ya no hay electroshock, gracias a Dios. Ahora nos inundan de psicofármacos a los que nuestra sociedad ya está inevitablemente atada porque no hay manera de gestionarlo de otro modo.
Y esto no pretende ser una crítica a los profesionales que, creo, hacen lo que pueden dentro de sus posibilidades. Sólo me limito a señalar por qué creo que esta historia, en realidad, sigue plena de actualidad a pesar de que hayamos progresado en su tratamiento.
Izeta
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