Piano va, piano viene, nuestros amigos son, ante todo, honrados trabajadores que si tienen que cumplir la tarea de subir un piano a la luna, lo subirán aunque les vaya la vida en ello. Nada de plus de peligrosidad, cursos de riesgos laborales o escaqueo porque me duele la espalda, no. A pecho descubierto y al toro. Pero, !pobre Ollie!. !Que tu compañero en el negocio es Stanley, joder!. ¿De dónde sacas los ánimos para continuar con él?. ¿Todavía no te has dado cuenta que, de todas, todas, las hostias te las vas a llevar tú?. Sí, sí, tú mira a cámara que nosotros desde aquí, podremos consolarte. Y Stanley de mientras, poniendo esa cara de gizajo, como decimos en mi tierra, ! Ay, Ollie, perdona, yo no quería... Y además de esforzados trabajadores, perfectamente caballerosos. ¿Me deja pasar?. !Naturalmente, señorita!. Y vuelta a empezar.
De todos modos, aunque al parecer esta película es famosa por la secuencia de las escaleras, a mí, lo que más me gusta de ella es la parte que comienza una vez que han superado ese escollo. A mí me parece que ahí la cinta gana en ritmo y todo el proceso de introducción del piano en la vivienda con el consiguiente caos y sucesión de gags me parece lo mejor. Y lo aseguro con un firme y severo asentimiento de cabeza como señal de autoafirmación, como lo hacían ellos.