Comienza al más puro estilo noir, con el relato de un hombre herido atrapado en las profundidades de un depósito de agua, del que parte un largo flash back que nos va a contar cómo llegó a esa situación.

!Ahh, el flash back!.
!Qué sería del cine negro y de nosotros, pobres espectadores, sin este magnífico recurso que juega a atraparnos por su final.
!Qué sería también de ese género sin la femme, sin la moral dudosa, sin la codicia y la manipulación!. !Y sin un pardillo!.
El cine se encontraría mutilado, incompleto, cojo y, nosotros, notablemente vacíos.
El caso es que esta cinta que comienza rotunda, seca, intrigante y con fuerza, se va deslizando hacia los derroteros del melodrama de misterio.
Una mansión espectacular, pero algo tenebrosa, enclavada en lo más alto de los escarpados acantilados castigados por el mar embravecido. Una verja de hierro oxidada, da paso con sus chirridos quejosos al descuidado jardín que con su tupido follaje parece advertir a los visitantes que no son bien recibidos allí.
En el aire se respira infelicidad, quietud y muerte.
Ken Smith será el extraño que irrumpa en sus vidas, casualidades del destino, su rostro es muy parecido al del desaparecido y millonario dueño de la mansión y el abogado y administrador de la familia (Robert Douglas), considerará un golpe de suerte haber tropezado con ese vagabundo que puede suplantarle, impidiendo de ese modo que sea legalmente declarado muerto y su fortuna salga de sus manos transfiriéndose a sus herederos.

Smith acepta protagonizar la mascarada, la pasta es la pasta y él no se encuentra en sus momentos más felices como para poder escoger.
Pero su súbito retorno no va a ser bien acogido en el hogar familiar ni por su esposa, ni por su cuñada ni por su hermano. Malcom Taylor tenía mucha pasta pero no parecía gozar del afecto de su familia, sólo el de su perro.
Un misterio algo tétrico, melodramático, con varios giros y sorpresas que a nosotros nos van a parecer bastante previsibles, no creo que lo fueran tanto en la época en la que se realizó, nos asegura un entretenimiento absorbente y eficaz en esta cinta corta.
Se echa de menos algo más de metraje en esta historia. La trayectoria de sus personajes se ve muy comprimida y cabe suponer que en una película más larga al guionista le habría dado más tiempo para desarrollarlos en todo su esplendor que aquí se ven reducidos a esquemas de trazo grueso.
Aun así, vamos a tener tiempo de regodearnos con las intrigas de estos personajes. El suplantador de Malcom va a comprobar que, quizá, ha vendido muy barato su participación en ese asunto. El comprador de sus servicios, el abogado, no le advirtió lo suficiente de los riesgos sino tan sólo de sus ventajas. Smith debería haber desconfiado.
Altos valores de producción para ser serie B, la cinta cuenta con una bella fotografía y ambientación. Eso le presta un tono elegante y atrayente.
En conjunto se disfruta mucho. Viveca Lindfors, cumple bien su papel de esposa melancólica.
Janis Paige atrapa en su contraste. Vívida y pérfida cuñada, inteligente y porfiada.
John Alvin, el débil y resentido hermano. Sabemos que tampoco podemos confiar en él.
Robert Douglas, audaz titiritero. Un poco rácano me parece, sólo quería pagarle 500 dólares a Smith por "el trabajito". ¿Habrase visto qué canalla?
El personaje ausente Malcom Taylor. No está pero se le siente. Smith tendrá que bregar con él, con lo que era y con lo que hizo.
Y el perro, naturalmente. El único que no gana ni pierde con este enredo puede dedicarse a amenazar y a gruñir. Nadie le pide que finja nada.
Un misterio revestido de cine negro. Para los amantes de uno o de otro. Que ustedes se lo intriguen bien.