Salvador tiene dos partes bien diferenciadas: la primera parte narra sus primeros pasos, sus primeras "acciones", hasta que es detenido, y la segunda narra su estancia en prisión, su condena y su final ya conocido. La primera parte, la primera hora de metraje, es una extraña mezcla de panfleto y videoclip psicodélico, a ritmo de buena música, pero que deja una sensación de vacío; la segunda parte, la de Salvador en la cárcel, es una obra maestra, donde el protagonista cobra vida y la historia se llena de emoción y consistencia hasta su final durísimo y que encoge el corazón de cualquiera. Es en esta segunda parte donde la película ofrece sus mejores momentos, y donde la emoción crece minuto a minuto, alcanzando un clímax sobrecogedor en el que verdaderamente comprendemos y compartimos el dolor de Salvador y toda su familia.
A destacar su excelente ambientación, su valiente propuesta y, por supuesto, la excelente interpretación de Daniel Brühl, en un papel que a buen seguro marcará su carrera. Muy buena película, aunque un poco lastrada por su deslabazado comienzo.