Tras la disolución del tándem Iñárritu-Arriaga, este último, sin abandonar sus labores de guionista, se ha puesto detrás de la cámara y se ha atrevido con su primera película. Es verdad que su estreno como director ha seguido muy de cerca las líneas maestras de Iñárritu, pero eso no debería quitarle mérito a este poderoso drama de personajes atormentados e historias contadas como un rompecabezas.
En las películas de Iñárritu era inevitable hablar de la estructura narrativa. Aquí pasa lo mismo. La fórmula de Arriaga se la aplica también él mismo: personajes con grandes dramas interiores y atormentados por el pasado, que en un principio no parecen tener conexión pero poco a poco, encajando las escenas (dispuestas a modo de puzzle), descubrimos que sus vidas dependen de las vidas de los otros. Todo ello barnizado por ese ambiente de frontera tan sugerente.
Arriaga demuestra inteligencia y sensibilidad a la hora de desarrollar sus personajes y jugar con la estructura para potenciar su historia. El problema en Lejos de la tierra quemada es que la historia, una vez se nos han dado cuatro claves, es previsible, aunque Arriaga siga queriendo sembrar algo de misterio o incertidumbre. Eso le hace perder un poco de fuelle, sobre todo en su parte final, y sumado a la extrema aridez con que Arriaga plantea el drama, puede contribuir a descolgar a algún que otro espectador.
Pero, ante todo, yo me quedo con unas historias impregnadas de humanidad y con unas interpretaciones soberbias, desde la bellísima Charlize Theron hasta la jovencísima Jennifer Lawrence, pasando por secundarios de lujo como Kim Basinger o Joaquim de Almeida.
Quien haya disfrutado de las películas de González Iñárritu, encontrará lo que busca en el debut de Guillermo Arriaga. Historias de dolor y de redención, con una esperanzadora luz al final del túnel.