Ésta es la película de Edward Norton y Naomi Watts. El velo pintado tiene suficientes cualidades para que la recordemos como una gran película, pero sobre todo permanecerá en nuestra memoria el maravilloso tándem dramático que forman Norton y Watts. Incluso creo que son los productores, hasta tal punto llega su implicación con la película de John Curran.
El velo pintado no es la típica película de época que presta más atención a los escenarios, a la fotografía preciosista o a la ambientación más detallista. Todo esto lo tiene de sobra, pero no deja que todos estos elementos asfixien a la historia o a los personajes. Ante todo, los personajes, y Norton y Watts los bordan, les dan un calibre dramático impresionante y los hacen creíbles al 100%. La historia que viven Walter (Norton) y Kitty (Watts) en la China de 1925 es preciosa, una historia que cala hondo y emociona profundamente.
El velo pintado es una película redonda, donde todo está al servicio de la historia que se nos está narrando. La fotografía y la ambientación son impecables, la música es preciosa, la dirección es brillante en su sencillez y precisión. Pero, ante todo, Edward y Naomi, sobre todo Naomi. Su fragilidad, su vulnerabilidad y su aureola de melancolía y tristeza conforman una de las interpretaciones más destacables del año. Bravo por una película sincera y emocionante.