Tras la debacle en Warner Bros, el DCEU parece poner el contador a cero, y lo hace con Black Adam. Hay quiénes la están llamando “la salvadora de DC”. Dejando de lado el debate de si el DCEU necesitaba ser salvado o simplemente le hacía falta un poco de organización, Black Adam no es una película que vaya a poner patas arriba el género ni nada por el estilo. De hecho, aunque no es una película de superhéroes al uso, ya que su protagonista es un antihéroe, si que se ajusta al marco establecido por sus compañeras tanto de Marvel como de DC en muchos aspectos.
Que este inicio no resulte engañoso; Black Adam no es mala, ni mucho menos; simplemente no es una revolución (al menos a nivel artístico, a nivel narrativo está por ver). Estamos ante un entretenimiento espectacular, cargado de acción y engrandecido por la BSO de Lorne Balfe, con un estilo y escenas que parecen directamente sacadas de una viñeta. Su trama avanza a trompicones, y el tercer acto está a punto de desmoronar el conjunto, pero la propia película se asegura de que eso no ocurra enfatizando sus virtudes, que además de las ya mencionadas son principalmente dos: las actuaciones de Dwayne Johnson y Pierce Brosnan. El primero ha nacido para interpretar a Black Adam, un personaje complejo y con mucho futuro en este universo. El segundo se come la pantalla, carismático a más no poder, con un héroe supuestamente menor pero que brilla tanto como su protagonista o más.
Me sorprendía especialmente que se la llamase “salvadora de DC” cuando los problemas que tiene son aquellos ya habituales en DC; el tratamiento que se da a los dioses, el abuso de CGI en algunas escenas o el susodicho tercer acto. Y pese a esas fallas, Black Adam sigue siendo un film que cumple sobradamente, entregando lo que uno va a buscar al verla y expandiendo el universo al que pertenece. Con muchas ganas de saber que le deparará el futuro a esta cara de DC.